Los amonios fueron un antiguo pueblo que habitaba en la zona del oasis de Siwa.
A este santuario fue Alejandro Magno para hacerse saber hijo del Dios Supremo (Zeus en el sincretismo griego).
Según Heródoto, los amonios destacan por vivir con unas fuentes «cuya agua es tibia al alba y más fría a la hora en que el mercado es más concurrido.
Nada más llegar el mediodía, el agua se vuelve extremadamente fría (entonces es cuando riegan sus huertos).
Acto seguido se va calentando progresivamente al acercarse la medianoche, momento en que hierve a borbotones; y nada más pasar la medianoche, se va enfriando hasta la aurora.