Antes de convertirse en una escritora conocida y durante el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial realizó numerosos viajes, sobre los que más tarde escribió en sus libros.
En mayo de 1914 aprobó exámenes en ocho lenguas extranjeras en Society of Arts en Londres.
Informó a su madre de su logro; sin embargo ésta habría preferido que su hija se hubiera casado con algún señor entrado en años y con título.
Al empezar la Primera Guerra Mundial, los ciudadanos de Austria-Hungría ya no eran bienvenidos en Gran Bretaña, por eso Alma viajó a Noruega.
Para estar bien preparada, estudiaba pintura, geografía, historia, ciencias naturales, botánica, zoología y empezó hacer un diccionario propio de 10 idiomas.
El período de posguerra no era especialmente amable para los viajeros como Alma.
El mundo odiaba a los germanoparlantes, era difícil encontrar trabajo y permiso para pasar la frontera.
Lo único que ayudó a Alma conseguir los visados para el extranjero era la nacionalidad yugoslava.
Allí tuvo que esperar 5 días para obtener algún visado y embarcarse en un transbordador.
Aquellos días el dinero se le escapaba de los manos como arena.
Viajó 2 meses con poca comida y en ambiente sucio para al fin llegar el 5 de abril a Mollendo en Perú.
Por ejemplo, en Arequipa la acusaron de ser un espía chilena o boliviana, quisieron desnudarla, inspeccionarla públicamente.
Por esto dormía vestida y con un puñal envenenado debajo de la almohada, preparada a fugarse en cada instante.
Un año después salió para Japón en donde consiguió trabajo en la embajada alemana de Tokio.
Después de regresar a casa daba ponencias, redactaba su material y escribía.
Tuvo muchas ponencias bastante célebres, a las que sus conciudadanos acudían frecuentemente y le daban gracias por ellas en los periódicos locales.
Después de la emisión la llamó Thea Schereiber Gammelin, pintora sueca, queriendo encontrarse con ella.
Así Thea, 17 años menor que Alma, se mudó a Eslovenia permanentemente.
En 1937 se refugió con las amigas un periodista alemán Hans Joachim Bonsack, a quien perseguía Hitler por su supuesta intervención en uno de los atentados contra él.
Alma le consiguió estancia en el estado Checo, pero por esto prohibieron sus obras en Alemania.
Con la Segunda Guerra Mundial acabada, las autoridades no quisieron tener nada que ver con la escritora.
Todos sus ahorros estaban en los bancos en el extranjero, pero Thea y Alma no pudieron salir de Yugoslavia, así que no les quedaba nada más que mudarse a una casita pequeña en Pečovnik sobre Celje, donde se mantenían con la pensión baja de Thea y vivían con escasez.