Agustín Caloca Cortés

Agustín Caloca, prefecto del Seminario, dio la orden de que los alumnos abandonaran rápidamente el plantel y se dispersaran para pasar como vecinos ordinarios del pueblo.

Por su juventud se ofreció al Padre Caloca dejarlo en libertad, pero declinó la propuesta a menos que también liberaran al señor Cura Magallanes.

Cuando Agustín vio las bocas de los rifles apuntando hacia él, sus nervios destrozados lo hicieron dar unos pasos hacia el frente, intentando escapar.

Consumada la ejecución, los cadáveres fueron inhumados en el Panteón de Guadalupe en esa población.

Cuando fueron exhumados, en agosto de 1933, el corazón se encontró incorrupto.