El acuerdo fue la respuesta a una petición del primer ministro británico Winston Churchill que necesitaba los destructores —que la Marina de Estados Unidos tenía en la reserva porque habían quedado obsoletos ya que habían sido construidos al final de la Primera Guerra Mundial— para defender las costas de Gran Bretaña ante la amenaza de invasión alemana y para escoltar los convoyes que abastecían a las islas británicas y que eran atacados por los submarinos de la Alemania nazi cuando atravesaban el Atlántico.
Alemania comenzó los preparativos para la invasión de las islas británicas y los submarinos alemanes al mando del almirante Karl Dönitz desde sus bases en la costa francesa desplegaron una mortífera campaña para hundir los barcos que llevaban suministros a Gran Bretaña.
[6] El presidente Roosevelt se mostró en principio receptivo a la petición británica ya que desde que se había iniciado la Segunda Guerra Mundial había considerado que la derrota de Francia y de Gran Bretaña afectaría negativamente a los intereses norteamericanos y cuestionaría su sistema político democrático y su concepción del mundo.
[9] La respuesta de Roosevelt llegó sólo tres días después y fue negativa ya que la Marina norteamericana se oponía a la cesión de los destructores porque se necesitaban para patrullar sus propias aguas.
Los destructores finalmente se dirigieron a Halifax en Nueva Escocia, una posesión británica.
[18] Ian Kershaw afirma, por el contrario, que «los destructores tuvieron un escaso valor práctico.
Sólo nueve fueron puestos en servicio por la Royal Navy antes del final del año… En una fecha tan tardía como mayo de 1941 no más de treinta estaban en servicio».
[19] Pero dejando de lado la utilidad práctica del acuerdo, lo que es innegable es su simbolismo y su importancia estratégica pues suponía que Estados Unidos ya no podía ser considerado estrictamente como un país neutral —y eso fue lo que más valoraron los británicos, como el propio Churchill reconoció más tarde al describir el acuerdo como un «acto decididamente no neutral de Estados Unidos» y un acontecimiento que «condujo a los Estados Unidos definitivamente más cerca de nosotros y de la guerra»—.
Mussolini lo interpretó como un paso hacia la intervención de Estados Unidos en la guerra.