Ñuñorco Grande

La antigua denominación del cerro, según los primeros documentos indianos, consignan el nombre cacano Panaqhao.En 1973 la Estancia de El Mollar pasó a propiedad del Estado Provincial que, unos años antes, había transformado la zona en Reserva Provincial Los Ñuñorcos, y hoy en día, parte de su superficie forma parte del Parque Nacional Aconquija creado por ley n.º 27.451.Todas tienen en común lo exigente del camino, pues van trepando la ladera abrupta del cerro, tapizada de rocas y con muy poca vegetación que da hacia el valle de Tafí, con exposición predominante hacia el norte.En toda esa ladera los bosques están restringidos a pequeños parches de alisos y queñoa (Polylepis australis).También son frecuentes los arbustales de suncho (Baccharis tucumanensis), micuna (Berberis), azafrán (Chuquiraga longuiflora.)Pero siempre -a diferencia de la cara norte- una inmensa marea verde acapara la vista del explorador.La senda de La Angostura es mucho más vistosa, pues permite apreciar una variedad más dilatada de paisajes biológicos, ya que por momentos transita por la cara árida del norte y por trechos la ladera húmeda sur.A paso cansino se va trepando una empinada estribación para llegar un largo filo que desemboca en otra cuesta.Coronando aquella cuesta comienzan a aparecer los primeros vestigios indígenas, y luego de transitar una imponente mesada -que otrora fue asiento de dos puestos cuyas paredes ruinosamente están aún en pie- se llega a las antenas.A lo lejos se divisa una chuña (Chunga burmeister) y por doquier vuelan rasantes los teros (Vanellus chilensis), sus estridentes chirridos advierten la presencia de nidos en el suelo.A esa altura (2900 msnm) las nubes penetran desde el sur, se forman rápidamente, el viento las arremolina y por momento las disipa, pero luego ingresan nuevamente de forma brusca y su humedad deja pequeñas gotas pegoteadas en las agujas de los pajonales.La lluvia ha potenciado el fresco olor del arca yuyo (Chenopodium foetidum) que inunda el ambiente.Los 2900 metros mezquinan el aire vital a quienes surcan la empinada y tortuosa senda, y, junto a la ansiedad del caminante, son los factores que han permitido mantener en reserva el lugar.Un instante de terror en aquel paraje desierto que produce un momentáneo acelere del corazón.Al salir de la cañada se divisa la cumbre, como si estuviera tan solo a unos trancos.Algunos zorros (Lycalopex culpaeus andinus) mimetizados con el paisaje que, al sentir la presencia del intruso rápidamente se esconden.Finalmente llegamos a un amontonamiento de grandes peñascos donde está plantada una antena (3330 msnm).La cumbre del Ñuñorco es un lugar incómodo para meditar, pero, no obstante, estando allí uno no puede dejar de preguntarse existencialmente, pues frente a tanta magnificencia del paisaje circundante, y la insignificancia de nuestra finitud, surgen naturalmente los cuestionamientos filosóficos.Los sentidos, extasiados, generan el espejismo de estar en el cielo..., tal vez allí está.