En filología , un lapsus ( en latín "lapso, desliz, error") es un error involuntario que se comete al escribir o hablar. [1]
En 1895, el filólogo y psicólogo Rudolf Meringer y Karl Mayer emprendieron una investigación sobre los deslices verbales, quienes reunieron numerosos ejemplos y los dividieron en distintos tipos. [2]
Freud se interesaría por estos errores a partir de 1897, desarrollando una interpretación de los deslices en términos de su significado inconsciente. [3] Posteriormente, seguidores suyos como Ernest Jones desarrollaron el tema del lapsus en relación con la escritura, la mecanografía y las erratas. [4]
Según la temprana teoría psicoanalítica de Freud , un lapsus representa un acto fallido que oculta un deseo inconsciente : "los fenómenos se remontan a material psíquico incompletamente suprimido... rechazado por la conciencia". [5]
Jacques Lacan apoyaría completamente la interpretación freudiana de la motivación inconsciente en el desliz, argumentando que “en el lapsus está... claro que cada acto fallido es un discurso exitoso, por no decir 'bien realizado'”. [6]
En los años setenta, Sebastiano Timpanaro retomó la cuestión de manera polémica, ofreciendo una explicación mecanicista de todos estos deslices, en oposición a las teorías de Freud. [7]
En la literatura, se nombran varios tipos diferentes de lapsus según el modo de correspondencia: [8]
Los errores de lengua pueden ocurrir en cualquier nivel:
Además, cada uno de estos cinco niveles de error puede adoptar varias formas:
Meringer y Mayer destacaron el papel de las asociaciones familiares y las similitudes de palabras y sonidos en la producción del lapsus. Freud objetó que tales factores no causaban sino sólo " favorecían los deslices idiomáticos... en la inmensa mayoría de los casos mi habla no se ve perturbada por la circunstancia de que las palabras que uso recuerdan otras con un sonido similar... o que de ellos se derivan asociaciones familiares (énfasis copiado del original)". [15]
Más tarde, Timpanaro reavivó el debate, [16] al sostener que cualquier desliz siempre puede explicarse mecánicamente sin necesidad de una motivación más profunda. [17]
JL Austin, de forma independiente, había visto los deslices no como reveladores de un complejo particular, sino como una característica ineludible de la condición humana, que requiere una preparación continua para excusas y trabajos correctivos. [18]