La Revolución del Petróleo ( en valenciano : La Revolució del Petroli ) fue una revolución obrera de tendencia libertaria y sindicalista que tuvo lugar en Alcoy , Alicante , España en 1873. El acontecimiento se llama Revolución del Petróleo porque los trabajadores, desesperados por las condiciones de vida, llevaban como estandarte antorchas empapadas en petróleo. Durante aquellos días, según los cronistas, la ciudad apestaba a petróleo.
Esta situación situó a la ciudad de Alcoy en primera línea de los conflictos sociales de la época, debido a la mala situación de los trabajadores, que se organizaron y fueron pioneros en la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en España. Durante la Revolución del Petróleo , los trabajadores tomaron el control de la ciudad durante días en julio de 1873, en el transcurso de una huelga general que acabó convirtiéndose en un motín contra el alcalde republicano Agustí Albors (más conocido como Pelletes ). Durante la revuelta, Albors dio la orden de disparar contra los manifestantes, que se defendieron asaltando el ayuntamiento y ejecutando al alcalde y atrapando al resto de la dirección municipal en el edificio.
La ciudad estuvo gobernada del 9 al 13 de julio de 1873 por el Comité de Salubridad Pública , presidido por Severino Albarracín . Los manifestantes decretaron una serie de aumentos salariales y reducción de la jornada de trabajo. Finalmente, la revuelta terminó con la intervención del ejército federal y la ocupación militar de la ciudad, una dura represión contra los revolucionarios y prácticamente ninguna mejora para la clase trabajadora. Más de 600 trabajadores fueron llevados a juicio, incluidos menores de entre 12 y 17 años. Muchos de los acusados fueron condenados a muerte.
Durante la Primera República Española , Alcoy fue una de las pocas ciudades españolas donde se había arraigado la Revolución Industrial . La ciudad estaba ocupada por industrias papeleras, textiles y metalúrgicas que habían engendrado un gran repunte demográfico y la implantación de un sistema de producción capitalista, además de introducir la mecanización como sustituto de gran parte del trabajo anteriormente manual. Esto provocó la aparición de movimientos luditas que comenzaron a destruir la maquinaria, en reivindicación y defensa de la clase obrera . Un tercio de los 30.000 habitantes de Alcoy, incluidas mujeres y niños, trabajaban en la industria —5.500 en 175 empresas textiles y 2.500 en 74 industrias papeleras—. Sus condiciones de vida eran muy duras, como demuestra el hecho de que el 42% de los niños de Alcoy fallecieran antes de cumplir los cinco años. Esto explica en gran medida el extraordinario crecimiento de la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores (FRE-AIT), que a finales de 1872 contaba ya con más de 2.000 miembros, casi la cuarta parte de los obreros de la ciudad. [1]
En el Congreso de Córdoba de la FRE-AIT, celebrado entre el 15 de diciembre de 1872 y el 3 de enero de 1873 y en el que se rechazaron las resoluciones « autoritarias » ( marxistas ) del Congreso de La Haya y se aprobaron las resoluciones « antiautoritarias » ( anarquistas ) del Congreso de Saint-Imier , se decidió suprimir el Consejo Federal y sustituirlo por una Comisión de Correspondencia y Estadística que tendría su sede precisamente en Alcoy y que estaría integrada por Severino Albarracín (maestro de enseñanza primaria), Francisco Tomás (albañil), Miguel Pino (ajustador, de Ciudad Real ) y Vicente Fombuena (fundidor, de Alcoy). [2]
Tras la proclamación de la Primera República Española el 11 de febrero de 1873, una asamblea local de la FRE-AIT celebrada el 2 de marzo discutió la actitud a adoptar tras el cambio de régimen, lo que quedó reflejado en el acta de la Comisión Federal: [3]
Un camarada [posiblemente Severino Albarracín, según Avilés Farré] demostró clara y concluyentemente que el cambio de política de la clase media sólo se daba en nombre de las instituciones, pero que en el fondo éstas seguían siendo las mismas, constantes obstáculos al progreso de la libertad y de la justicia. Por eso era necesario activar la propaganda y la organización que proclama la Asociación Internacional, organizada independientemente de todos los partidos burgueses y la única que puede prestar la fuerza suficiente para destruir cuando se considere oportuno todas las instituciones y privilegios de la actual sociedad burguesa, y la organización revolucionaria del proletariado al margen de toda organización autoritaria dirigida por la burguesía; o lo que es lo mismo, el armamento de los obreros sin pertenecer a las milicias burguesas, para estar preparados para lo que pudiera suceder. Un gran aplauso demostró el acuerdo de la Asamblea con las ideas expresadas...
El 9 de marzo, una manifestación en la que participaron cerca de diez mil personas recorrió las calles de Alcoy y culminó con una concentración celebrada en la plaza de toros, en la que se aprobó por unanimidad solicitar una subida de salarios y una disminución de la jornada de trabajo. [4]
Según Josep Termes, con la proclamación de la República Federal, el 8 de junio, la Comisión Federal de la FRE-AIT concluyó que había llegado el momento de desencadenar la revolución social . El 15 de junio pidió a los trabajadores «organizarse y prepararse para la acción revolucionaria del proletariado con el fin de destruir todos los privilegios que los poderes autoritarios sostienen y promueven». El 6 de julio, Tomás González Morago , miembro de la Comisión, en una carta dirigida a la Federación Belga anunció la inminente revolución social que se iba a desencadenar en España. [5]
El 7 de julio la Comisión convocó una asamblea de los trabajadores de la ciudad en la plaza de toros. Allí se acordó iniciar una huelga general al día siguiente para conseguir un aumento salarial del 20% y la reducción de la jornada laboral de 12 a 8 horas. [6] La huelga comenzó el 8 de julio y según comunicó por carta Severino Albarracín, miembro del Comité Federal, a la Federación Valenciana, estaban dispuestos «a vencer de cualquier manera y a recurrir a todos los medios disponibles, incluso a la fuerza si fuera necesario». [7] En el mismo sentido se expresaba V. Fambuena, también miembro de la Comisión, en una carta enviada a la sección de Buñol -«Estamos hoy en huelga general de trabajadores, que juntos somos 10.000, dispuestos a afrontar todo lo que se nos venga encima», escribía, a cuyos miembros animaba a trabajar «a favor de nuestra causa sin descanso para llegar pronto al día de la Liquidación Social». [8]
El 9 de julio, los fabricantes, reunidos en el ayuntamiento, [8] rechazaron por exageradas las reivindicaciones obreras, encontrando el apoyo del alcalde, el republicano federal Agustí Albors. Entonces los obreros exigieron la dimisión del alcalde y su sustitución por una junta revolucionaria integrada por el Comité Federal de la Internacional. [6] Cuando estaban reunidos en la plaza de la República —o plaza de San Agustín [9] — frente al Ayuntamiento, esperando el resultado de la reunión que mantenían Albors y los miembros de la Comisión, [10] la guardia municipal por orden de Albors disparó contra ellos [6] causándoles un muerto y varios heridos. [10] Los obreros se dispersaron, pero luego respondieron tomando las armas y tomando las calles. Detuvieron a varios empresarios —más de un centenar, según algunas fuentes [11] — a los que tomaron como rehenes; más tarde los liberarían tras pagar un rescate para sufragar la huelga; [10] también incendiaron algunas fábricas. El alcalde Albors y 32 guardias permanecieron en el Ayuntamiento esperando la llegada de los refuerzos que habían solicitado al Gobierno , pero tras veinte horas de asedio durante las que el edificio y otros edificios vecinos fueron incendiados, tuvieron que capitular, muriendo violentamente en la escaramuza el alcalde Albors —según otras versiones, Albors había conseguido huir, siendo localizado poco después y asesinado— y fallecieron también quince personas más, entre ellas siete guardias y tres internacionalistas. [10] Según las diligencias, hubo quince víctimas: trece causadas por los insurrectos —el alcalde Albors; cuatro civiles; un guardia civil; y siete guardias municipales, tres de ellos muertos tras rendirse— y dos por los guardias. [11]
Los miembros de la Comisión Internacional huyeron de Alcoy la noche del 12 de julio [11] y se refugiaron en Madrid . Desde allí Francisco Tomás en una carta posterior, fechada el 15 de septiembre, diferenciaba la insurrección de Alcoy, «un movimiento obrero socialista puramente revolucionario», de la rebelión cantonal , un movimiento «puramente político y burgués». [12]
Inmediatamente se difundieron diversos relatos sobre las "atrocidades de los revolucionarios", lo que obligó al Comité Federal a desmentirlos mediante un manifiesto hecho público el 14 de julio: [11]
Seres arrojados desde balcones, sacerdotes colgados de faroles, hombres empapados en aceite y asesinados a tiros en plena huida, cabezas de civiles cortadas y desfiladas por las calles, incendios de edificios, quema y destrucción del ayuntamiento, violaciones de niñas inocentes, todos estos bulos son calumnias horribles.
Tras los hechos se desató una fuerte represión. Entre 500 y 700 obreros fueron detenidos y 282 de ellos acabaron procesados. [10] Según el historiador Manuel Tuñón de Lara , la represión comenzó tras la formación del nuevo gobierno de Emilio Castelar en sustitución del de Nicolás Salmerón . A principios de septiembre se personó en Alcoy un juez de instrucción acompañado de 200 guardias civiles, que procedieron a detener a centenares de obreros, muchos de los cuales fueron conducidos a Alicante. [13] En 1876 una amnistía liberó de la prisión a bastantes de los acusados, y en 1881 hubo una segunda amnistía. En 1887 fueron absueltos los últimos veinte acusados, seis de los cuales seguían en prisión, catorce años después de los hechos. «La justicia pudo esclarecer los hechos, pero no pudo identificar fehacientemente a los culpables». [14]
Estos acontecimientos rompieron los acuerdos de colaboración entre republicanos y anarquistas y dieron a los marxistas la posibilidad de criticar a los anarquistas que dirigían el movimiento obrero. El propio Friedrich Engels, en sus memorias de 1873, criticó duramente el papel de los bakunistas en el levantamiento español. [15]
La escritora Isabel-Clara Simó en su novela Julia (1983) narra la historia de Julia, una muchacha obligada a trabajar en una fábrica de tejidos de Alcoy tras la muerte de su padre en prisión como consecuencia de participar en la Revolución del Petróleo .
En Portugal, la prensa no obrera retratará la revuelta de Alcoy como una revolución de salvajes y acusará a la Internacional y al internacionalismo de terrorismo y violencia. A lo largo de todo el mes de agosto de 1873, se evidencia en la esfera pública un fuerte temor de ver a Lisboa transformada en una nueva Alcoy. [16] En Lisboa, se informa de varios incendios en la capital portuguesa, e inmediatamente, se acusa a los internacionalistas portugueses de organizar una revuelta similar a la que había sucedido en Alcoy. Estas acusaciones son negadas por los socialistas portugueses que, aunque comprometidos con la facción de Marx, todavía apoyan y defienden a los anarquistas de Alcoy.