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Pedro Alejandro Pina

Pedro Alejandrino Pina García (20 de noviembre de 1820 – 24 de agosto de 1870) fue un político y militar dominicano considerado uno de los héroes de la independencia dominicana. Fue cofundador de la Sociedad Secreta La Trinitaria y primo hermano del padre de la historia dominicana, José Gabriel García y de la activista dominicana Concepción Bona .

Primeros años

Pedro Alejandrino Pina nació en Santo Domingo el 20 de noviembre de 1820, un año antes de la declaración de independencia encabezada por José Núñez de Cáceres , por lo que su juventud transcurrió durante la ocupación haitiana , iniciada en febrero de 1822. [1]

Como era común, sus padres, ubicados en una incipiente clase media urbana, decidieron no abandonar el país, conscientes de las desilusiones que experimentaron quienes habían partido en las oleadas de emigración. Su padre, Juan Pina, era un pequeño comerciante, una tienda de abarrotes, que tenía su negocio en las inmediaciones de la Puerta del Conde , por entonces una zona más bien marginal dentro de la ciudad amurallada. La descendencia de Juan Pina, en dos matrimonios, fue numerosa y algunos de los hermanos del prócer fueron personas destacadas. Fue el caso de Calixto María Pina, quien emprendió la carrera sacerdotal y llegó a ser gobernador provisional de la Arquidiócesis. En el seno de la familia Pina bullía el ideal nacional y el rechazo a la dominación haitiana. (Juan Pina fue uno de los firmantes del Manifiesto del 16 de enero de 1844, que pedía la separación de Haití. Y fue en la casa de la familia Pina donde Concepción Bona confeccionó la primera bandera dominicana en enero de 1844, para lo cual contó con la ayuda de María Jesús Pina, hermana de Pedro). [2]

En ese ambiente, Pina albergó desde niño una oposición al dominio haitiano, en la que es posible que mezclara motivos étnicos con conciencia nacional. Este sentimiento de rechazo se hizo evidente cuando provocó un enfrentamiento contra sus compañeros haitianos, lo que le valió sanciones y derivó en un resentimiento insalvable entre ambos grupos. El ambiente familiar explica que Pina se convirtiera en un patriota precoz, con conceptos definidos desde su temprana juventud. Se destacó por su dominio de los estudios de filosofía. Su ingreso al núcleo de jóvenes intelectuales que fomentaban el ideal nacional fue producto de un desarrollo cultural excepcional para la época. Se distinguió en la escuela por su alto rendimiento y por años consecutivos obtuvo la medalla al mérito otorgada al mejor estudiante del plantel. Su formación se perfeccionó con las clases particulares que recibió de Auguste Brouat, un haitiano culto residente en Santo Domingo, quien desarrolló una beneficiosa acción educativa. [3]

En esos mismos años, Pina decidió incorporarse al estado sacerdotal, destino que era habitual debido a las difíciles circunstancias en las que se desenvolvía el país. Como no existía seminario, recibió formación del sacerdote peruano Gaspar Hernández, que en aquellos años lideraba un círculo de estudiosos filosóficos, entre cuyos miembros se encontraban varios de los jóvenes que pronto emprenderían acciones conspirativas contra la opresión extranjera. Gaspar Hernández tenía una postura conservadora y predicaba el retorno a la soberanía española. Pero, en su mayoría, los discípulos no parecen haber sido influenciados por tal postura, tal vez porque recibieron el contrapeso de otras posturas que era partidaria de un Estado independiente. El historiador José Gabriel García , que conoció a Pina, destaca, en la biografía que le dedicó, "el carácter impetuoso que lo distinguió entonces, y las ideas revolucionarias que desde los albores de su vida bullían en su ardiente imaginación, pronto lo divorciaron de la Iglesia". García añade que su renuncia al sacerdocio lo llevó a estudiar Derecho, lo que también hizo personalmente, con un abogado ya consagrado. También describe su decisión de casarse con Micaela Rosón en 1840, cuando tenía 20 años. [4]

Activista por la independencia

Uniéndose a los Trinitarios y La Reforma

Asamblea de los Trinitarios

Para la década de 1830 se advirtió el deterioro del régimen haitiano, y algunos sectores descontentos comenzaron a perseguir una causa por la independencia completa de Santo Domingo. Uno de esos casos fue el surgimiento de una sociedad secreta revolucionaria llamada La Trinitaria , el 16 de julio de 1838. Sobre este suceso se han ofrecido versiones no consistentes, pero se pueden suponer algunos hechos. Ese día varios conspiradores firmaron un juramento de ser fieles a la causa independentista y al liderazgo de su líder, Juan Pablo Duarte . Todos eran jóvenes de los sectores medios y altos urbanos, posición que les daba acceso a las doctrinas liberales que justificaban la causa nacional. Dentro de ese conglomerado, Pina era el más joven, con dieciocho años. Y lejos de ser un impedimento para tomar parte protagónica en los acontecimientos, la juventud operó como un incentivo para la acción. El historiador García, muy conocedor de los detalles de los acontecimientos de aquellos días, relata por ejemplo que el reclutamiento de Francisco del Rosario Sánchez para La Trinitaria fue producto de las gestiones de Pina. Tal disposición fue resaltada con motivo del inicio de los procesos que condujeron a la proclamación de la independencia nacional. Tras la caída del dictador haitiano Jean Pierre Boyer, el 24 de marzo de 1843 se produjo un levantamiento en la ciudad de Santo Domingo. Los seguidores de Duarte se congregaron ese día en la plazoleta de la iglesia del Carmen, frente a donde casi cinco años antes habían fundado La Trinitaria. Desde allí iniciaron una marcha hacia la sede de la gobernación, exigiendo la deposición del titular, Alexis Carrié. A ellos se sumaron los liberales haitianos residentes en la ciudad de Santo Domingo, encabezados por Alcius Ponthieux, quien al parecer tenía vínculos con el sector opositor liberal haitiano originario de la ciudad de Les Cayes. Los “reformistas”, tanto dominicanos como haitianos, buscaban el nombramiento como gobernador del comandante Etienne Desgrottes, del sector liberal, con el fin de extender el proceso de Reforma. [5]

La protesta fue atacada por tropas gubernamentales, produciéndose varios muertos. Los manifestantes tuvieron que abandonar la ciudad en dirección a San Cristóbal, donde prepararon una ofensiva que obligó al gobernador Carrié a abdicar. Se instaló un comité provisional integrado por tres dominicanos y dos haitianos. Uno de sus miembros fue Pina quien, con 22 años, saltó al centro de la vida política. Pero lo más interesante fue que se convirtió en el principal tribuno del sector dominicano y adquirió fama por su elocuencia oratoria. Junto al joven Pina, formaron parte de la Junta Popular, elegida por una Asamblea Popular el 30 de marzo, su líder y amigo, Juan Pablo Duarte, y otro trinitario, Manuel Jiménes, que también tendría importantes actuaciones en los meses y años posteriores. [6]

Desde el inicio de las sesiones de la Junta Popular, en la que Pina fungía como secretario y Ponthieux como presidente, se planteó el status nacional de los dominicanos. Esto provocó enfrentamientos entre los liberales dominicanos y los haitianos. Gracias a sus dotes oratorias, Pina tomó la iniciativa en las sesiones de la organización, en defensa de los derechos nacionales de los dominicanos. Dirigió sus argumentos contra los de Jean Baptiste Morin, el otro haitiano que pertenecía a la organización. Tras uno de los intercambios de desacuerdos, Auguste Brouat concluyó que todo estaba perdido para Haití, ya que la ruptura de los dominicanos se vislumbraba más próxima. [6]

Persecución y exilio

Hérard, al enterarse de la actuación de los Trinitarios, desató una persecución masiva contra los independentistas.

Los trinitarios, que ahora controlaban la Junta Popular, promovieron la expedición de un documento que exponía reivindicaciones nacionales encaminadas a la autonomía del conglomerado dominicano y al respeto a sus costumbres culturales. Ante estas señales, el presidente haitiano Charles Rivière-Hérard , que había encabezado el movimiento reformista, decidió sofocar la disidencia de los «chicos españoles». Al frente de 10.000 soldados, penetró en territorio dominicano por la zona norte, procediendo a detener a todos aquellos sospechosos de albergar propósitos independentistas. Los trinitarios intentaron resistir la entrada de Hérard en Santo Domingo, pero, el 11 de julio de 1843, víspera de su llegada, no tuvieron más remedio que esconderse. Pina fue uno de los más perseguidos pero, a diferencia de la mayoría, logró evadir la búsqueda de los soldados haitianos. Sin embargo, tuvo que abandonar el país, junto con Duarte y otro de los trinitarios, Juan Isidro Pérez , porque consideró que era inviable permanecer oculto por más tiempo. [7]

La estancia de Duarte, Pina y Pérez en el extranjero durante más de seis meses consolidó un entrañable sentido de hermandad entre los tres. Duarte y su hermana Rosa se harían cargo de la segunda hija de Pina, Amelia, en el exilio. Tres meses después de salir del país nació el tercer hijo y primer varón de Pina, a quien puso el nombre de Juan Pablo. En septiembre de 1843, a menos de tres semanas de haber llegado a Venezuela y a la espera del inicio de los acontecimientos, Duarte decidió enviar a Pina y Pérez a Curazao, desde donde esperaba que pudieran mantener comunicaciones fluidas con Santo Domingo, siendo esa pequeña isla uno de los dos eslabones del comercio exterior del país. Los acompañaban Prudencio Diez, tío de Duarte, y José Patín, otro dominicano residente en Venezuela. Lamentablemente, Pina y Pérez no pudieron hacer nada, ya que Duarte no logró el apoyo del presidente venezolano, lo que provocó que éste se dirigiera a Curazao. [8]

Duarte y sus dos compañeros, acompañados de algunos otros dominicanos, planearon entrar clandestinamente al país por Guayacanes para iniciar la insurrección, según se destaca en una carta que les enviaron Francisco del Rosario Sánchez y Vicente Celestino Duarte. Estos planes no pudieron concretarse, por lo que Sánchez decidió seguir otro rumbo para derrocar al régimen haitiano: estableció un acuerdo con un sector conservador encabezado por Tomás Bobadilla . El 27 de febrero de 1844 se proclamó la fundación de la República Dominicana y se instaló una Junta Central Gubernamental, cuya presidencia fue delegada pocas horas después a Bobadilla. [9]

Primera República

Regreso a República Dominicana

Al principio no hubo controversia entre los trinitarios y los conservadores, aunque tenían criterios fuertemente divergentes sobre los componentes del Estado que se iba a fundar. Una de las primeras medidas adoptadas por la Junta Central Gubernamental fue comisionar a Juan Nepomuceno Ravelo para que fuera a buscar a Duarte y sus compañeros a Curazao, en la goleta Leonora. Cuando llegó al puerto el 15 de marzo, Duarte fue aclamado como Padre de la Patria por el arzobispo Tomás de Portes e Infante. Sin embargo, las diferencias no tardaron en aflorar tras su llegada, pues Duarte mostró hostilidad hacia cualquier cobertura mediática de la independencia, como se contemplaba en las negociaciones secretas que los conservadores dominicanos habían mantenido con el cónsul general de Francia, Levasseur, mientras participaban como diputados en la Asamblea Constituyente de 1843. Duarte lideró un proceso de cuestionamiento de los planes de los conservadores, para lo cual contó con el apoyo de la mayoría de sus viejos amigos de La Trinitaria. [10]

El 22 de marzo, una semana después de su regreso, Pina fue asignado para servir como ayudante de campo del general Pedro Santana , destacado en Baní como comandante del Frente Expedicionario Sur después de la Batalla de Azua . Permaneció al lado de Santana más tiempo que Duarte y, a diferencia de Duarte, no parece que tuviera desacuerdos con su superior. Más bien, Santana apreciaba las habilidades militares del comandante Pina y llegó a considerarlo esencial en la campaña. [10]

Disidencia política y segundo exilio

A finales de mayo de 1844, Pina regresó con su batallón a Santo Domingo, donde tomó parte en la protesta encabezada por Duarte, dirigida a impedir la cesión de la península de Samaná a Francia, de acuerdo con lo estipulado previamente en el Plan Levasseur. El cónsul francés en la ciudad, que ejercía su influencia a favor de los conservadores, identificó a Pina como uno de los más hostiles al plan antinacional. El 9 de julio de 1844, Duarte propició la deposición de los conservadores de la Junta Central Gubernativa, al considerar que la libertad estaba en peligro. Pina y Juan Isidro Pérez se integraron a la nueva junta presidida por Francisco del Rosario Sánchez, en sustitución de los conservadores expulsados. [10]

Cuando Santana, uno de los conservadores más conspicuos, estuvo seguro de que no había riesgo militar inmediato proveniente de los haitianos, decidió marchar sobre Santo Domingo y deponer a la Junta Central de Gobierno. El jefe militar de la ciudad, José Joaquín Puello , que un mes antes había encabezado el derrocamiento de Bobadilla y sus amigos conservadores, optó por la rendición, temiendo las consecuencias de una guerra civil. Debido a tal desenlace, la proclamación de la presidencia de Duarte, que tuvo lugar en esos días en Santiago y Puerto Plata, no tuvo mucho efecto en la ciudad capital. Los trinitarios fueron derrotados y la Junta de Gobierno se reorganizó a mediados de julio, esta vez presidida por Santana, decidiendo deportar a Duarte y a quienes lo habían apoyado de por vida, bajo la acusación de traición. Pina, Sánchez y Pérez fueron arrestados poco después de que las tropas sureñas entraran en la ciudad. Santana hizo el gesto de ofrecerle a Pina un trato especial, tal vez por cálculo o por el eventual aprecio que pudo haberle tomado mientras estuvieron juntos en Baní. A través de un emisario envió a la prisión la propuesta de que desaprobaba la proclama que había hecho Matías Ramón Mella para que Duarte reclamara la presidencia de la República Dominicana, a cambio de su liberación. En una edición del periódico El Teléfono, del 27 de febrero de 1891, quedó registrada una versión de lo que respondió Pina: “Dígale usted al general Santana que prefiero no sólo el destierro, sino la muerte misma, antes que renegar del hombre que reconozco como líder de la Separación”. [11]

Pina se expatrió con Sánchez, rumbo a Inglaterra . El barco naufragó frente a las costas de Irlanda . De allí pasó inmediatamente a Venezuela, donde pasó su segundo exilio, esta vez hasta 1848. En la ciudad de Coro , donde fijó su residencia, ejerció la docencia e incursionó en actividades comerciales. [10]

Regreso a República Dominicana y tercer exilio

Cuando el presidente Manuel Jiménes, que sucedió a Santana, dictó una ley de amnistía el 26 de septiembre de 1848, Pina emprendió el camino de regreso al día siguiente de recibir la noticia, señal de que mantenía vivo el espíritu de lucha. Al llegar al país, Jiménes, su antiguo compañero de la Junta Popular de 1843, le otorgó el grado de coronel, con asiento en la Secretaría de Guerra y Marina. Lamentablemente, Jiménes cayó a raíz de la conspiración urdida por los partidarios de Santana tras derrotar el intento de invasión del presidente haitiano Faustin Soulouque , Pina decidió abandonar el país porque supuso que la vieja disputa con Santana, nuevamente dueño de la situación, podría derivar en represalias. Venezuela siguió siendo el punto de referencia constante cuando Pina se dio cuenta de que no podía estar en su tierra. De ahí que hiciera del cercano país sudamericano su segunda patria y adoptara su ciudadanía durante su tercer exilio. [12]

La ausencia de Pina de la vida política en esos años fue producto de su decisión de no transigir con los enemigos de los ideales democráticos. Los liberales que entraron en política bajo Santana tuvieron que hacer concesiones, como se sabe por las carreras de Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella. En ese tercer exilio, según indican los biógrafos, Pina tomó la decisión de retirarse por completo de los asuntos dominicanos, al considerar que no existían las condiciones para una práctica política apegada a los principios democráticos. No aprovechó una amnistía de Santana en 1853. El aislamiento de Pina recuerda bastante a la posición de sus dos compañeros de la primera emigración, Duarte y Pérez, aunque a diferencia del primero, aparentemente siempre estuvo dispuesto a regresar a la República Dominicana. Para él, el exilio representaba una existencia llena de amargura, siempre con la atención puesta en la patria. Aficionado a componer poesía, el tema principal era la nostalgia . Así concluye “Mi Patria”: [13]

No hay placer para mí. Allí en la Patria, bello es el sol y bellas las estrellas, dulce es la voz del pájaro que canta, suave es la brisa que besa las flores: ¡Allí en mi Patria está el placer del alma!

Activismo contra España

A pesar del aislamiento, durante su tercer exilio, el más prolongado, Pina siguió el desarrollo de los acontecimientos en la República Dominicana. Cuando llegó la noticia de la anexión a España realizada por el general Santana el 18 de marzo de 1861, Pina abandonó al instante su reticencia a participar políticamente. Comprendió que estaba en juego el destino del pueblo dominicano como colectividad nacional. Se puso en contacto con su antiguo compañero Francisco del Rosario Sánchez, quien desde Saint Thomas [¿ dónde? ] dirigía un comité revolucionario que se proponía abrir hostilidades lo antes posible contra los nuevos dominadores extranjeros. [14]

A Pina no le preocupaba que la mayoría de los miembros de ese grupo opositor estuvieran integrados por partidarios de Buenaventura Báez . Razonaba que esos baecistas también se oponían a la implantación del dominio español, por lo que era necesario colaborar con ellos, pues se trataba de un problema de vida o muerte para el país. Es probable que Pina considerara que Sánchez seguía siendo un patriota confiable, pese a las concesiones de los años anteriores a Santana y su posterior ubicación dentro de la corriente baecista. Además, se puede afirmar que en ese grupo no solo había seguidores de Báez. El manifiesto emitido por Sánchez en compañía de José María Cabral no dejaba lugar a dudas de que el objetivo que se perseguía era restaurar la independencia sin ninguna restricción. [15]

En compañía de otros exiliados en Venezuela, Pina se dirigió hacia Haití, donde Sánchez había logrado obtener la cooperación del presidente haitiano Fabre Geffrard , quien temía que la consolidación de la presencia española en República Dominicana tuviera repercusiones negativas sobre Haití. Pina fue uno de los cientos de dominicanos que integraron la fuerza expedicionaria que entró por la frontera sur dividida en tres columnas, comandadas por Sánchez por Neiba , en el centro, José María Cabral en el flanco izquierdo, por el San Juan , y Fernando Tavera en el derecho, por el valle de Neiba. Formó parte, con el grado de general de brigada que le otorgó Sánchez, de la columna comandada por Cabral, que llegó a ocupar la población de Las Matas de Farfán . Decenas de voluntarios haitianos acompañaron a los patriotas dominicanos. [15]

En esa posición llegó la noticia de que el presidente Geffrard se había visto obligado a retirar el apoyo a los insurgentes dominicanos, debido a la amenaza de una escuadra española de someter a bombardeos a Puerto Príncipe . Cabral, como militar avezado, optó por retirarse, seguro de que la empresa expedicionaria estaba condenada al fracaso, pero cometió la inconsistencia de no avisar previamente a Sánchez. En tan dramáticas circunstancias, Pina decidió acudir a la posición de Sánchez para advertirle de lo que estaba ocurriendo. Un pequeño grupo de compañeros lo apoyó en la riesgosa misión. Sánchez, tras la advertencia de Pina, también se vio obligado a retirarse, pero fue víctima de la traición de uno de sus colaboradores, oriundo del lugar. Pina logró escapar de la emboscada, gracias a que Timoteo Ogando, entonces capitán, conocedor de la zona y ya curtido en las artes de la guerra, lo montó rápidamente en la grupa de su caballo. Con los planes patrióticos frustrados y aparentemente postergados sin fecha de reinicio previsible, era natural que Pina regresara a Coro, Venezuela, donde había estado viviendo ininterrumpidamente durante los 13 años anteriores. En Venezuela se libraba la Guerra Federal y, ahora ciudadano de ese país, Pina se involucró en la lucha del lado federalista, en el que se agrupaban los partidarios de las posiciones democráticas. [16]

Cuando a mediados de 1863 comenzó la Guerra de Restauración dominicana , Pina inicialmente se mostró dispuesto a sumarse a la lucha, pero se lo impidió tanto su compromiso con la causa venezolana como su deteriorada salud. Mantuvo correspondencia con Duarte, quien había regresado a la vida pública después de varias décadas de reclusión, y decidió organizar una expedición en compañía de otros patriotas, pero no pudo acompañarlo. [17]

Últimos años

Uniéndose al Partido Azul

Tan pronto como en Venezuela se recibió la noticia de que las tropas españolas habían abandonado el territorio dominicano, en julio de 1865, sin pensarlo dos veces, Pina regresó a Santo Domingo. La Guerra Federal había terminado y se le presentaba la posibilidad de regresar a su ciudad natal, y no en un escenario bélico inmanejable para su salud. Tan pronto como llegó a la capital dominicana, se puso a disposición del presidente José María Cabral, su compañero de expedición en 1861. [17]

En Haití y durante los días de la expedición de junio de 1861, Pina y Cabral habían establecido una relación amistosa. Como muestra de confianza, al trinitario le fueron confiados altos cargos. El 1 de octubre fue nombrado gobernador de la provincia de Santo Domingo, y tres semanas después secretario de Estado de Interior y Policía. En este puesto duró pocos días, ya que no aceptó la postura de Cabral de plegarse al motín baecista. Sin embargo, Pina fue integrado a la Asamblea Constituyente, que siguió funcionando a pesar del cambio político, hasta que se promulgó un nuevo texto constitucional el 14 de noviembre de 1865. La participación de Pina en este cónclave se verá a continuación. [18]

En un principio, las relaciones entre Buenaventura Báez y José María Cabral se mantuvieron buenas, y el primero trató de ganarse el apoyo de quienes habían combatido la anexión a España; Pina no tuvo dificultades para aceptar el cargo de magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Durante los meses en que se mantuvo alejado de los asuntos políticos, dio muestras de desconfianza hacia Báez. Apenas el caudillo rojo fue derrocado en abril de 1866 por la acción concertada de los dirigentes de la Restauración, Pina se incorporó al nuevo orden de cosas. En su segundo gobierno, Cabral dio a Pina aún más importancia que en el de meses antes. El presidente restaurador apreció la capacidad intelectual de Pina y su coherencia personal. Es probable que la cercanía de Pina con Cabral contribuyera a definir los rasgos de esa administración. Cabral nombró a Pina asesor especial del presidente, cargo desde el que comenzó a incidir en los asuntos del país. Luego le encomendó importantes misiones, como formar parte de una comisión ante el Gobierno haitiano para la firma de un tratado de amistad, en compañía de Ulises Francisco Espaillat , Juan Ramón Fiallo y el ahora octogenario político, Tomás Bobadilla. La delegación no pudo lograr su cometido, pues el presidente Geffrard fue derrocado días después de su llegada a Puerto Príncipe. Tras la misión en Haití, fue nombrado comisionado especial en la provincia de Azua, cargo importante porque el gobierno estaba al tanto de que el Gobierno haitiano, presidido por Sylvain Salnave , se preparaba para apoyar las aspiraciones de Buenaventura Báez. En las regiones fronterizas del sur, Pina buscaba recuperar porciones de territorio dominicano ocupadas por autoridades haitianas y regularizar el comercio fronterizo. [19]

Asamblea Constituyente de 1865

Como se ha señalado, al final del primer gobierno de Cabral, iniciado en agosto de 1865, se convocó a una Asamblea Constituyente, que a la vez fungía como Poder Legislativo, con el objetivo de darle a la República un orden jurídico acorde con la teoría liberal. Los jefes militares restauradores y los intelectuales partidarios de un sistema democrático comprendieron que debían dejar atrás la tradición constitucional que garantizaba un orden despótico. Aquella Asamblea Constituyente fue uno de los hitos en la visualización de las dificultades que obstaculizaban el establecimiento de la democracia. (El único precedente de tal intención había sido la Asamblea Constituyente de Moca, que promulgó la carta de 1858, pero que no tuvo efectos duraderos). [20]

Uno de los problemas que abordaron los constituyentes restauradores fue dilucidar por qué los planteamientos liberales de los textos constitucionales anteriores no habían tenido aplicación efectiva, pues estaban convencidos de la realidad de un sistema autoritario que otorgaba poderes exagerados al presidente de la República. Pina fue uno de los diputados que se distinguió en los debates. Puso en juego su capacidad intelectual para identificar problemas y derivar soluciones viables. Su peso en los debates lo llevó a figurar entre los redactores del texto constitucional. Sistematizó las propuestas que formuló en la Asamblea en una serie de cuatro artículos titulados “Constitución”, publicados en las ediciones de septiembre de 1865 del periódico El Patriota. Su primera preocupación fue que el texto constitucional adoptara disposiciones para garantizar que el presidente fuera una persona reconocida por su patriotismo y honorable trayectoria. Este énfasis estaba motivado por la conciencia de que, aun si se eliminaba el autoritarismo, su figura influía decisivamente en la marcha de los asuntos públicos. Además, propuso que se establecieran los criterios necesarios para evitar cualquier abuso de poder por parte del Ejecutivo, de tal manera que éste se viera obligado a aplicar una política liberal. El punto de partida de su reflexión constitucionalista era que era imperativo combinar un ejecutivo fuerte, acorde con las condiciones de un país atrasado, con un sistema jurídico que garantizara las libertades: [3]

Limitar por ley la acción del Ejecutivo en la medida de lo posible para que no se restrinja su acción en el gobierno del país, haciéndolo impotente para cercenar los derechos de los ciudadanos y perjudicar la nacionalidad, son cosas que la Asamblea Constituyente puede, si quiere, conseguirlo muy fácilmente. No más poderes extraordinarios para el Ejecutivo: esta arma que el pueblo le concede de buena fe con el fin de librar a la sociedad de un peligro inminente, para asegurar el orden público cuando se manifiestan tendencias que pretenden alterarlo, es un arma tan peligrosa, que antes de envainarla, casi siempre la vuelven contra la persona que generosamente se la ofreció para que pudiera fortalecer aún más los medios de acción de que podía valerse. Por eso los poderes del Ejecutivo deben ser siempre los mismos: el ejercicio limitado del poder debe residir en la Nación, porque sólo ella es soberana.

Esta búsqueda de un ejecutivo débil, pero capaz en su ejercicio, tenía como finalidad esencial combinar gobernabilidad y libertad. De ahí que Pina propusiera una legislación que hiciera imposible que la autoridad excediera los términos de su mandato, es decir, que tipificara como delito el abuso del poder y elevara la libertad a la categoría de mandato constitucional. Seguramente porque comprendía las dificultades que ello entrañaba, buscó los resquicios por los que, en las condiciones dominicanas, pudiera ser factible tal equilibrio entre libertad y autoridad. Pina aplicó sus experiencias en los asuntos políticos venezolanos, donde el nervio del debate se había centrado en torno a los poderes del gobierno central y de los gobiernos estaduales. Posiblemente por su experiencia venezolana, encontró en el principio de la descentralización la clave del sistema político ideal, pues se crearían instancias para el ejercicio de los derechos ciudadanos y la reducción de los poderes del gobierno central: [21]

Si no hay duda de que la libertad puede caber en todos los sistemas de gobierno, si es indudable que no existe sólo en el sistema demócrata-republicano, tampoco hay duda de que es el sistema que más se acerca a la descentralización, principio que introducido moderadamente en la legislación patria, nos conducirá poco a poco al ejercicio de la verdadera soberanía popular.

Con este postulado trascendió el nivel de reflexión en que hasta entonces se habían movido los liberales dominicanos, consistente únicamente en recortar los poderes del Ejecutivo. Buscó un orden que asegurara el funcionamiento del sistema político apoyado en un ejecutivo débil. El principal antecedente de tal preocupación lo había expresado Pedro Francisco Bono en la Asamblea Constituyente de Moca, donde propuso sin éxito la adopción del sistema federal. No deja de ser extraño que Pina no abogara por el federalismo, dada su experiencia venezolana, tal vez porque consideraba que el país era muy pequeño y sus habitantes se caracterizaban por rasgos culturales comunes. [5] En su opinión, para que el orden local fuera un eslabón del orden democrático, debía superarse la supremacía del elemento militar, que ponía a los ciudadanos a merced de los jefes departamentales. El remedio a tal tradición se encontraba en una variación en el tipo de organización territorial. Propuso la adopción de departamentos, en lugar de provincias, subdividándolas en distritos, parroquias y secciones. Todos estos niveles estarían sujetos a la autoridad de los funcionarios civiles: respectivamente, gobernador civil, prefecto, subprefecto y alcalde. Razonó que se lograría: [22]

...  el principio de autoridad, que las instituciones democráticas hacen residir en el elemento civil  [...] [no se transfiere] al que representa la fuerza en la sociedad. Subordinado como debe estar siempre a él, debe prestar ayuda en los pocos casos en que es necesario adoptar medidas rigurosas para reprimir los excesos que tienden a alterar el orden y perturbar la tranquilidad, pero nunca ejercer otros poderes que los que le son asignados. conceder las ordenanzas de su instituto, poderes que a la cabeza de los departamentos podrían ejercer un comandante de plaza, en los distritos un sargento mayor, etc.

En el mismo orden, abogó por un Poder Legislativo compuesto por dos cámaras con un gran número de miembros, de tal manera que se garantizara en la medida de lo posible la representación del pueblo. Se opuso al sistema constitucional anterior, que descansaba en un pequeño número de legisladores. Con dos cámaras y un gran número de miembros, el Congreso se convirtió en un factor de equilibrio de poderes. “Compuesto por más individuos y representado por dos cuerpos corresponsables, es más fácil que imponga al Ejecutivo, cuando desgraciadamente se desvía del verdadero camino trazado por las leyes, caer en el abuso o en la dictadura”. Sería posible una representación directa de todas las poblaciones y una “doble discusión sobre las cuestiones de importancia trascendental que se les sometan”. [23]

Interesado en abarcar todos los departamentos del Estado, reflexionó también sobre las características del Poder Judicial. La propuesta básica que expuso, basada en la experiencia de los 20 años anteriores, se basaba en una estructura institucional más sencilla que la establecida en 1844 y que, en consecuencia, permitiera una aplicación más fluida de la justicia. Capaz de apreciar los contornos de la realidad dominicana, argumentó la necesidad de crear un sistema judicial peculiar, distinto del francés, que se había tomado como modelo, aunque manteniendo una analogía básica. Confirmó que, de hecho, el país había sido incapaz en sus años republicanos de instituir la organización judicial contenida en los códigos franceses de la Restauración, y estableció dos causas para la pertinencia de una reforma: “la escasez de hombres por una parte y la pobreza de nuestro tesoro por otra”. Resumió su propuesta de reforma en que la jurisdicción de apelación y superior sería ejercida por un tribunal supremo integrado por un presidente, cuatro magistrados y un fiscal, que serían designados por el Senado a partir de ternas propuestas por la Cámara de Diputados. La Corte Suprema debería tener el poder de aplicar leyes civiles y penales, y sus miembros designarían jueces de primera instancia, de modo que el sistema judicial se volvería independiente de los otros dos poderes. [24]

Finalmente, para un ejercicio efectivo de la soberanía por parte del pueblo, que era el nervio de su preocupación, retomó la idea de Duarte de añadir un cuarto poder a la ya convencional división tripartita: el poder municipal. Con un mayor número de poderes se lograría un equilibrio entre instancias del Estado que evitaría el autoritarismo. [24] En sus intervenciones en las sesiones de la Asamblea Constituyente amplió algunos aspectos del contenido social que debía garantizar la Carta Fundamental. Siguiendo la tradición liberal, el punto nodal debía residir en la interrelación entre libertad e igualdad jurídica: “Para que haga sentir su benéfica influencia en todas las clases de la sociedad, es indispensable que descanse en la más completa igualdad, en la más amplia libertad individual”. Tal conjugación daría lugar al conjunto de derechos imprescindibles para el desarrollo del sistema político ideal, empezando porque garantizaría libertades y derechos, como la inviolabilidad de la vida por razones políticas: [25]

La vida, don precioso que sólo la naturaleza puede concedernos, está garantizada para siempre a quienes cometen delitos en materia política, pues queda abolida la pena de muerte establecida en los códigos para esos delitos; han sido derogadas las leyes que imponían el destierro por las mismas causas: la propiedad es tan sagrada e inviolable como el domicilio doméstico; la expresión del pensamiento, libre, y también el derecho de petición; positivos el de asociación y el de sufragio; se garantiza la seguridad individual, porque nadie es reducido a prisión sino por su juez competente y en virtud de leyes preexistentes, y finalmente los ciudadanos son iguales ante la ley  ...

A pesar de ser discípulo de Duarte, Pina no parece haberse preocupado por la cuestión de la socialdemocracia. En sus textos sobre cuestiones constitucionales aceptó la teoría liberal sin problematizarla. Su consideración de la democracia se redujo a la esfera política, excluyendo la esfera social. Se puede suponer que compartía la conclusión dominante del liberalismo dominicano, que no era otra cosa que propugnar el establecimiento de una sociedad burguesa, vista como modelo irreemplazable para el acceso a la modernidad civilizada. Aunque no la expresó de manera exhaustiva, en los textos glosados ​​hay indicios para considerar que Pina compartía el corolario de que un orden político adecuado abriría las puertas a la solución de los problemas sociales. Esto se puede confirmar, al menos en cierta medida, porque sus disquisiciones sobre el principio de igualdad se centraron en el tratamiento de los derechos de los extranjeros. Pina aceptó el sentido común de todos, liberales y conservadores, que otorgaban un peso crucial a la inmigración para que el país pudiera integrarse a la corriente del progreso. [26]

Si el país necesita levantarse, armas que fomenten la agricultura, si necesita industrias, si añora la ausencia de capitales, es necesario convenir que para obtener los bienes que desea, necesita ofrecer ventajas positivas a quienes muchas veces sin consulta, abandonan el lugar de sus afectos [...] en pos de beneficios a menudo ilusorios.

Por ello, se declaró partidario de continuar otorgando garantías a los extranjeros, sin exigirles el cumplimiento de las obligaciones que los dominicanos debían ofrecer al servicio del Estado. Este planteamiento lo hizo a pesar de su consideración de que cualquier protección o sistema de monopolio en beneficio de un sector, en contraste con la doctrina del libre comercio, “perjudica siempre los propios intereses que se quieren promover y termina por aniquilar la vitalidad de cualquier país”. [27]

Anexión a los Estados Unidos

La posición del gobierno de Cabral era sumamente precaria. El país estaba en ruinas y poco se podía hacer en un plan de acción constructivo. Más importante aún fue que el grueso de los generales de la Restauración, como los hombres de las zonas rurales, no comprendían los postulados liberales y comenzaron a alinearse detrás de Buenaventura Báez, el viejo ídolo de no pocos de ellos. En los meses finales de 1867, los dirigentes del noroeste tomaron las armas contra la administración de Cabral y ganaron terreno con el apoyo de la mayoría campesina, que no comprendía ni aceptaba los principios liberales. En interés de obtener recursos para enfrentar la sedición de los dirigentes baecistas, Cabral se mostró dispuesto a aceptar una propuesta del gobierno de los Estados Unidos, formulada con ocasión de la visita del hijo del Secretario de Estado, William H Seward Jr, consistente en arrendar la península de Samaná por varias décadas. En ese momento Pina ocupaba el cargo de diputado, y continuaba siendo una persona de la mayor confianza del presidente. Aprovechando su posición, aconsejó que no se llevaran a cabo negociaciones que atentaran contra la integridad del territorio nacional. Aunque Cabral no aceptó la objeción, Pina decidió permanecer a su lado por un sentimiento de lealtad. [27]

Destacado funcionario del régimen caído en enero de 1868, Pina emprendió el exilio junto al presidente y sus colaboradores. Los dirigentes azules tuvieron que pasar una cuarentena en un islote cercano a las costas de Venezuela, pues cuando salían de la ciudad de Santo Domingo se desató una epidemia de cólera. Durante ese quinto exilio permaneció en Venezuela durante un año. (Parecía que el destino de Pina iba a tener como contrapunto inevitable el del exilio eterno en su segunda patria). Sin embargo, en esta ocasión estuvo más involucrado que antes con la marcha de los procesos políticos dominicanos porque, como se puede inferir, consideraba que había aparecido un grupo capaz de librar la lucha por la independencia nacional y la democracia. No hay señales de que en 1868 pretendiera establecerse establemente en Venezuela, y se puede suponer que permaneció atento a la reorganización de los azules en el exilio, para incorporarse a la lucha en territorio dominicano lo antes posible. A principios de 1869, algunos dirigentes azules del sur, entre los que se destacaban los hermanos Andrés, Timoteo y Benito Ogando, prepararon las condiciones para que el expresidente Cabral pudiera ingresar a territorio dominicano desde Haití. En el país vecino, los exiliados del Partido Azul colaboraron con los liberales haitianos, encabezados por Nissage Saget , que intentaban derrocar al presidente Salnave. Desde que conoció los preparativos de sus correligionarios, Pina se dirigió hacia Haití y, en diciembre de 1868, llegó a Jacmel , uno de los enclaves de los partidarios de Saget donde se congregaban los dominicanos. Tal vez involucrado en la actividad conspirativa, no duró mucho en territorio haitiano, sino que pasó meses moviéndose entre Saint Thomas y Curazao. Cuando la posición de Cabral se consolidó en las regiones fronterizas —en la segunda mitad de 1869— Pina decidió sumarse a la lucha armada contra los enemigos del Partido Rojo de Báez. [28]

Cruzó la frontera en diciembre de 1869 y se estableció primero en San Juan de la Maguana . Su determinación de volver a tomar las armas debió verse reforzada por el hecho de que en esos días se concertó un tratado entre los gobiernos de Estados Unidos y República Dominicana mediante el cual esta última pasaría a ser territorio de la "gran democracia del norte". Desde el bastión azul del suroeste, Pina tomó parte en la tercera contienda nacional tras la independencia. La terrible lucha entre rojos y azules estuvo teñida por el contraste entre quienes creían en un destino nacional y quienes rechazaban tal postulado en favor del acceso a la prosperidad que proporcionaba el colonialismo. [29]

Enfermedad y muerte

Aunque Pina tenía 49 años cuando se incorporó a la lucha contra la anexión a los Estados Unidos, era un hombre que padecía graves problemas de salud, lo que realza su carácter de patriota inclinado a la acción en todos los ámbitos. Las condiciones de vida de los combatientes azules eran extremadamente difíciles, al punto de que hasta los alimentos escaseaban y los servicios de salud eran inexistentes. Los políticos revolucionarios establecidos en San Juan de la Maguana y Las Matas de Farfán dependían de eventuales envíos de pequeñas sumas de dinero que les enviaban familiares o amigos. La población campesina de la zona, aparte de pequeña, se caracterizaba por su extremo estado de miseria. La rectitud de Cabral minimizaba las exacciones de los insurgentes a los pacíficos. Por sus precarias condiciones de salud, Pina no podía acudir al lugar de los combates, sino que debía limitar su contribución a las tareas políticas. Incluso en la retaguardia, la vida corría permanente peligro, debido a las incursiones que realizaban las bandas asesinas del régimen baecista. Permaneció en Las Matas, sede del movimiento revolucionario, donde se creó el símil de un gobierno nacional. [30]

La correspondencia que mantuvo con su hijo Juan Pablo Pina, también incorporado a la lucha armada, demuestra que, aunque se sentía partidario de Cabral, en realidad no tenía mayor interés en las disputas que el expresidente protagonizaba con otros hombres destacados por la hegemonía dentro del conglomerado liberal. Simplemente quería volver a luchar, armado con la convicción de que el destino del país estaba en peligro. Dadas las frágiles condiciones en que operaban las fuerzas de Cabral, Pina no pudo evitar que su salud empeorara. Una repentina agravación de la enfermedad tuvo efectos devastadores y murió el 20 de septiembre de 1870. Llevaba 10 meses en esa incierta batalla por la libertad. Incluso su muerte fue precoz, pues aún no había cumplido 50 años. Carecía de bienes materiales y solo le quedaba el don de la entrega sin reservas. Ajeno a los cálculos de conveniencia personal de los políticos profesionales, su mística no podía ceder. Tal vez ni siquiera consideró que había recibido la gloria de pertenecer al selecto círculo de los arquitectos del status nacional de los dominicos. [31]

Véase también

Referencias

  1. ^ Cassá 2014, pág. 433.
  2. ^ Cassá 2014, págs. 433–444.
  3. ^Ab Cassá 2014, pág. 444.
  4. ^ Cassá 2014, págs. 444–445.
  5. ^ ab Cassá 2014, págs.
  6. ^Ab Cassá 2014, pág. 436.
  7. ^ Cassá 2014, págs. 436–437.
  8. ^ Cassá 2014, pág. 437.
  9. ^ Cassá 2014, págs. 437–438.
  10. ^ abcd Cassá 2014, pág. 438.
  11. ^ Cassá 2014, pág. 439.
  12. ^ Cassá 2014, págs. 439–440.
  13. ^ Cassá 2014, pág. 440.
  14. ^ Cassá 2014, págs. 440–441.
  15. ^Ab Cassá 2014, pág. 441.
  16. ^ Cassá 2014, págs. 441–442.
  17. ^Ab Cassá 2014, pág. 442.
  18. ^ Cassá 2014, págs. 442–443.
  19. ^ Cassá 2014, pág. 443.
  20. ^ Cassá 2014, págs. 443–444.
  21. ^ Cassá 2014, pág. 445.
  22. ^ Cassá 2014, pág. 446.
  23. ^ Cassá 2014, pág. 446–447.
  24. ^Ab Cassá 2014, pág. 447.
  25. ^ Cassá 2014, págs. 447–448.
  26. ^ Cassá 2014, pág. 448.
  27. ^Ab Cassá 2014, pág. 449.
  28. ^ Cassá 2014, pág. 450.
  29. ^ Cassá 2014, págs. 450–451.
  30. ^ Cassá 2014, pág. 451.
  31. ^ Cassá 2014, págs. 451–452.

Obras citadas

Lectura adicional