Si ya de por sí Kemper era extraño, su madre -de la que se sospecha tenía trastorno límite de la personalidad- le obligaba a dormir en el sótano por temor a que su hijo abusara de sus hermanas, algo que molestó a Edmund.
Gracias al aprendizaje que obtuvo de estas pruebas, impresionó a su médico y consiguió el alta -algo muy cuestionado por otros médicos-, y demostró después que había sellado para siempre su historial juvenil.
La decapitó, violó su cabeza - la cual usó como diana - y arrojó sus cuerdas vocales al triturador de la cocina.
En su declaración, Kemper dijo que "eso parecía apropiado, tanto como ella me maldijo, gritó y chilló por muchos años".
Durante su juicio alegó locura, aunque fue hallado culpable de ocho cargos por asesinato.
Pidió la pena capital, pero al estar suspendida en Estados Unidos en aquel momento, recibió la cadena perpetua.