El Convento de Santo Domingo es un convento católico establecido a partir del siglo XVI en la ciudad de Cartagena , Colombia . Su nombre canónico era Convento de San Daniel . Hasta el siglo XIX albergó a una comunidad de la Orden de los Dominicos . El edificio fue luego expropiado y entregado a la Diócesis de Cartagena , sirviendo como seminario , colegio e instituto de bellas artes. Es uno de los sitios turísticos más importantes de la ciudad.
En 1531, dos años después de la primera llegada de los frailes dominicos a las costas del llamado " Nuevo Reino de Granada " y siguiendo el método de evangelización empleado a la Conquista , un pequeño grupo de ellos acompañó al conquistador Pedro de Heredia en su tarea de exploración de la región de Calamarí.
En junio de 1533 se fundó la ciudad de Cartagena de Indias , pensada desde un principio como ciudad-puerto de gran relevancia para la tarea colonizadora. Por eso, tres meses después, se organizó la creación de una diócesis en este lugar, la segunda de estas tierras, después de Santa Marta . Como primer obispo fue elegido el dominico salmantino P. Tomás de Toro y Cabero, el 24 de abril de 1534. Su gobierno fue breve, pues murió dos años después, tras enfrentar graves luchas con los encomenderos , a la cabeza del propio Pedro de Heredia , debido a sus excesos con los indígenas.
Desde el mismo origen de la ciudad, los frailes se dedicaron a la enseñanza de la doctrina cristiana a los indígenas encomendados, en pueblos y aldeas de la comarca. A medida que la nueva población prosperaba, se pensó en crear un convento, que sirviera de base a las tareas de evangelización, y contribuyera a la formación intelectual y a la observancia. Así, mientras se expedían las bulas para el segundo obispo de la diócesis, el también dominico P. Jerónimo de Loaisa, la orden fue enviada a organizar un convento regular en la ciudad, que comenzó a construirse ese año, bajo la advocación de “San José”, aunque todos lo conocían como “Sant Domingo” por ser éste el santo fundador de la orden religiosa de los dominicos. Su primer prior fue P. Juan de Ávila.
La primera sede del convento se situó en la plaza de la Yerba (plaza de los Coches) y no era más que un cobertizo provisional de paja y barro, que no era muy resistente. Y aunque allí se desarrollaba la vida comunitaria imprescindible, el edificio aún demoró en levantarse.
Tras un agitado cruce de cartas, informes, peticiones y cédulas, hacia 1549, gracias a la iniciativa del P. José de Robles, se inició la construcción de la sede del Convento. En febrero de 1552 un incendio destruyó la ciudad y hubo que buscar un lugar mejor para el convento de los dominicos, en un solar donado por Francisco Lípari. Como suele ser habitual, la obra estuvo totalmente a cargo de los indígenas de las encomiendas , quienes también tuvieron que ceder parte de sus propios bienes. La aportación de los encomenderos españoles en un principio fue mínima. Por ello, la construcción inicial no fue gran cosa: una rústica casa de paja y barro, con capilla, en la que, por su fragilidad, "no se podía tener el Santísimo Sacramento, sobre todo por el peligro de incendios" según los documentos.
Luego vinieron los años de estancamiento, donde, a pesar de los esfuerzos de los frailes , los españoles de la ciudad se mostraban reticentes a colaborar en la construcción de la sede conventual. Mientras tanto, por sus puertas entraban y salían numerosas misiones dominicas procedentes de España , con destino a diversas regiones del Nuevo Mundo .
Por fin, hacia 1565, el prior Fr. Pedro Mártir Palomino , viendo la casa amenazar ruina, encomendó a los frailes la doctrina, para que aprovechasen la predicación de la Cuaresma "para ver si podían hacer algún fruto con sus sermones y conseguir alguna limosna para comenzar la suntuosa construcción de nuestra iglesia y convento".
Y aunque hubo esfuerzo para construir, los fondos aparecieron muy lentamente, por lo que el proceso de construcción tardó aproximadamente 150 años. Así, a la hora de edificar, fue necesario reparar lo ya construido y deteriorándose rápidamente en el cálido ambiente cartagenero. Las obras recién comenzaron en 1578. Dos años después, el nuevo convento solo contaba con las bases y los oficios religiosos seguían celebrándose en lugares provisionales; mientras tanto, los numerosos frailes consiguieron vivir en solo siete celdas de mesa. Y aunque en 1596 el Rey ordenó una ayuda de 5.000 pesos para el convento de Santo Domingo y el de San Agustín, en 1623 la techumbre de la iglesia conventual apenas cubría la mitad del recinto. Finalmente, en 1630 se terminó el templo, pero a finales del siglo XVII el primer claustro conventual quedó inacabado, y todavía encontramos en 1730 referencias a donaciones hechas por el Rey para la construcción y reparación del Convento.
La cuantiosa inversión y la larga obra produjeron un edificio poco atractivo por fuera, como bien lo describe el cronista fray Alonso de Zamora, quien lo describió a principios del siglo XVIII como un convento de "fachada amarilla; esas ventanas enrejadas como celosías, esa iglesia maciza, cuyos techos redondeados semejan una gigantesca tortuga, esa cúpula arrugada, ese tosco campanario cuadrangular, esa torre inacabada cuyos muros desmoronados y en ruinas están cubiertos de verduras y lechuzas de abrigo, todo eso causa una profunda tristeza", nada que ver con la grandiosidad exterior del otro gran convento dominico de la Nueva Granada, el "convento de Santo Domingo, de Santa Fe de Bogotá" . Sin embargo, continúa el cronista, "todo eso se troca en admiración cuando se cruza el umbral y se contempla el grandioso cuadrilátero de los claustros, de diez metros de alto y proporcionalmente ancho, en dos pisos"; un edificio espacioso y aireado, sencillo, grande, elocuente. A decir de propios y extraños, el convento de Santo Domingo fue la construcción más hermosa que existió en el ciudad.
El Convento de Santo Domingo, levantado curiosamente sobre un antiguo centro indígena, nació y tuvo su ser puesto en lugar de formación de frailes misioneros y centro de difusión doctrinal en las regiones limítrofes. Por ello, muchos de los dominicos adscritos a este convento trabajaron, especialmente durante los siglos XVI, XVII y XVIII en doctrinas de indígenas, regresando periódicamente a hacer vida regular. Fue importante la labor que durante el siglo XVI, varios de ellos realizaron en defensa de los indígenas, contra la explotación de que eran objeto por parte de los encomenderos. Para 1763 el Convento todavía estaba a cargo de las doctrinas de San Andrés, Morroa, Piojo, Malambo, Ciénega , Gaira, Sitionuevo y Simaña.
Este lugar se convirtió también en centro de estudios para los frailes. Contaba con su propio noviciado y en él se impartía la formación filosófico-teológica que exigían las constituciones de la Orden. Su estudio conventual fue erigido canónicamente y fue el tercero en importancia, después de los de Santa Fe de Bogotá y Tunja . Asimismo, el convento de Santo Domingo, o "San José" de Cartagena, tenía derecho a enviar anualmente a dos frailes destacados para realizar estudios de doctorado en la Universidad de Santo Tomás de Santa Fe de Bogotá . Incluso llegó a impartir clases de teología, de asistencia obligatoria, a sacerdotes seculares y clérigos de órdenes superiores residentes en la ciudad.
Cartagena era una ciudad portuaria y mercantil por naturaleza y el convento dominico no podía escapar de ese ambiente de negocios. Por ello, la comunidad adquirió pronto numerosos bienes muebles e inmuebles y se convirtió en un importante prestamista, gracias al sistema de censos , capellanías y obras pías, favoreciendo la llamada por los historiadores “economía de salvación”.
Se sabe que en 1610 se inauguró la Inquisición en Cartagena de Indias , y aunque los dominicos no estuvieron al frente del tribunal (salvo en una oportunidad), sí colaboraron, al igual que las demás comunidades religiosas de la ciudad, en el papel de calificadores, encargados del estudio teológico de las proposiciones consideradas heréticas, y de procurar el arrepentimiento de los acusados. Por otra parte, en este convento cartagenero se celebraron al menos dos autos de fe , en 1648 y 1654.
El Convento de los Dominicos de Cartagena, como era habitual en los recintos sagrados de la época, era un lugar muy apetecido por las personalidades de la ciudad para enterrar a sus muertos, actos que llegaron a ser masivos en épocas de epidemias. Durante las excavaciones realizadas para el proceso de restauración del Convento, se encontraron un número importante de tumbas de niños en patios y corredores del Convento, lo que da pistas para un estudio sobre la mortalidad infantil durante el período.