Rio Tinto Company Limited ( RTC ) fue una de las empresas fundadoras del conglomerado Rio Tinto Group , responsable de la explotación de la cuenca minera Riotinto-Nerva en Minas de Riotinto entre 1873 y 1954.
Fue fundada en 1873 por capitalistas británicos para hacerse cargo de la explotación de una serie de yacimientos de la cuenca minera de Riotinto-Nerva que habían adquirido al Estado español ese mismo año. Durante las décadas siguientes, la extracción de minerales en la zona experimentó un importante crecimiento, con el desarrollo de diversas actividades mineras y metalúrgicas. Bajo la explotación británica, las minas de Riotinto se convirtieron en «una referencia mundial». [1] La RTC fue la constructora y propietaria de la línea de ferrocarril que comunicaba las minas con el puerto de Huelva , donde construyó un muelle comercial para facilitar la descarga y el transporte del material extraído por vía marítima. Asimismo, la empresa tuvo una gran influencia en la comarca y la provincia más allá de lo meramente económico. Las duras condiciones de trabajo de los mineros dieron lugar a numerosos conflictos entre éstos y la dirección de la RTC.
Además de las minas de Riotinto, la compañía expandió sus operaciones a África en la década de 1920. Tras la Guerra Civil Española , el contexto político y económico en España se volvió mucho más adverso, condicionando el futuro del negocio. En 1954, los activos de la compañía en Huelva fueron desinvertidos y vendidos a un consorcio local, creándose así la Compañía Española de Minas de Río Tinto . Mientras tanto, en 1962, RTC se fusionó con la empresa australiana Consolidated Zinc para formar Rio Tinto-Zinc Corporation , ramificándose a otras partes del mundo. [2]
La zona de la Faja Pirítica Ibérica ya había sido explotada desde hacía más de 3000 años —en el Calcolítico y por pueblos como tartesios , fenicios y romanos , [3] [4] que extraían de ellas piritas de hierro, cobre, plata y otros metales. [5] Como resultado de las explotaciones metalúrgicas, hay constancia de que los romanos habrían dejado más de quince millones de toneladas de escorias en la zona de Riotinto durante un periodo caracterizado por nuevas técnicas de extracción con hornos y nuevas herramientas —como las norias o el tornillo de Arquímedes— pues, al sobrepasarse el nivel freático, era necesario drenar las numerosas aguas del subsuelo. Siglos después, los almohades no trabajaron mucho en la extracción de minerales (vitriolo azul y vitriolo verde) pero sí en la extracción de distintos materiales para crear colorantes.
Ya en 1556, las minas estuvieron a punto de ser explotadas de nuevo durante el reinado de Felipe II , que necesitaba financiar las numerosas guerras del Imperio. Este intento fracasó, ya que los estudios de la época consideraban inviable y poco rentable su explotación. [6] En 1725, el sueco Liebert Wolters Vonsiohielm consiguió que las autoridades le concedieran la explotación de los yacimientos, en régimen de arrendamiento, durante treinta años. [7] Durante ese tiempo, Wolters explotaría las minas junto con su sobrino y un socio español. Las minas volvieron al Estado en 1783, para ser gestionadas de nuevo por éste hasta 1810, cuando fueron clausuradas debido a la Guerra de la Independencia . Entre 1815 y 1823, solo se explotaron precariamente las aguas agrias. El fracaso de la explotación minera durante ese período se explica por la dificultad, y sobre todo el alto coste, de transportar los minerales hasta el mar cuando aún no existía la línea ferroviaria y el transporte a lomos de animales de carga era la única opción. Fue hacia finales del siglo XIX cuando la iniciativa privada volvió a interesarse por arrendarlos. [8]
En 1873, las minas fueron compradas por postores ingleses —que crearon un consorcio para su explotación— al gobierno de la Primera República (prácticamente salvado de la quiebra por esta venta) por 94.000.000 de pesetas . No obstante, cabe mencionar que la presencia extranjera en la zona se remontaba al siglo XVIII, con empresas arrendatarias como Robert Wolters. El despegue de la industrialización en países muy desarrollados había llevado a diversas empresas a buscar nuevos minerales y yacimientos para su crecimiento. Asimismo, el aumento de las necesidades de empleo provocó un rápido crecimiento de la zona e incluso de Huelva. La razón detrás del interés privado en estas minas tiene su origen en las nuevas leyes centrales de 1849 y 1859, superando un régimen intervencionista anterior para pasar a uno nuevo que favorecía enormemente la iniciativa privada. Pero fueron realmente la Ley de Bases de 29 de diciembre de 1868 sobre minas y la Ley de 19 de octubre de 1869 las que favorecieron la creación de empresas comerciales privadas e industriales.
Así, el 14 de febrero de 1873, tras una subasta fallida, las minas fueron adquiridas mediante venta directa por un consorcio internacional creado, entre otros, por tres poderosas familias, los Matheson, los Rothschild y los Goldschimidt —propietaria del Deutsche National Bank de Bremen—. [9] Este consorcio fundó posteriormente la Rio Tinto Company Limited, con un capital de seis millones de libras esterlinas . La compra de las minas vino acompañada de una concesión del Estado para que la compañía británica pudiera construir un ferrocarril que uniera Riotinto con el puerto de Huelva. La construcción de la línea se inició en junio de 1873. [10]
El consejo de administración de Rio Tinto Company Limited se reunió por primera vez en Londres el 31 de marzo de 1873, bajo la presidencia de Hugh Matheson . Una de sus primeras decisiones fue la construcción de una línea ferroviaria, bajo el asesoramiento del ingeniero George Barclay Bruce . [11] Los primeros años de la RTC fueron difíciles: los accionistas tuvieron que realizar grandes inversiones y enfrentarse a fuertes críticas por la falta de beneficios. Una vez superada esta etapa inicial, la situación sufrió un cambio considerable. La compañía británica —al haber obtenido los derechos para explotar el cobre, la plata y el oro de las minas— provocó inicialmente el resurgimiento de la región abriendo nuevas zonas de explotación y desarrollando la minería del interior. Su producción, que salía de España por la ría de Huelva, convirtió a la compañía en una de las mayores de toda Europa y —en palabras del empresario e historiador David Avery— convirtió a Riotinto (en 1884) en «el mayor centro minero del mundo». [12] A finales de la década de 1880, el control de la empresa Riotinto pasó a manos de la familia Rothschild, que apostó por aumentar la escala de las explotaciones mineras. [13]
En su apogeo, Riotinto se convirtió en una pequeña colonia inglesa gracias a la mina, un «Gibraltar sui generis », [14] como lo llamó el escritor y poeta local Juan Cobos Wilkins. A escasos metros de las excavaciones se construyó para el personal inglés el lujoso y exclusivo Barrio Bellavista, al que se podía acceder tras pasar por una garita con guardias; un barrio de estilo victoriano que estaba dotado de pistas de tenis, campos de golf, un cementerio propio, un Club Social o incluso una iglesia presbiteriana. Mientras tanto, en el pueblo español original, la iglesia o la Plaza de la Constitución —donde años antes había tenido lugar la matanza del « Año de los tiros »— acabaron sepultadas bajo las escorias de las excavaciones.
Huelva también experimentó un importante desarrollo bajo la influencia inglesa. Los numerosos talleres e instalaciones construidas por la RTC que emplearon a más de setecientos trabajadores, como la estación de ferrocarril, cambiaron la fisonomía de la ciudad y contrastaron con el auge de una nueva burguesía tanto de españoles como de extranjeros que se vincularon a la empresa. El poder de la empresa llegó a ser tan fuerte en la ciudad que los edificios civiles dependían de los intereses de la misma. Prueba de ello son el Barrio de la Reina Victoria, a modo de ciudad jardín que albergaba a parte de sus empleados; la construcción de la Casa Colón, que acabó convirtiéndose en sede de las oficinas de la compañía, el desaparecido Hospital Inglés, o el enorme Muelle de Riotinto situado sobre el río Odiel. [15]
Durante los primeros años, se construyó el ferrocarril con el fin de dar una salida barata y rápida al mineral. En 1875, [16] ya existía una línea férrea que unía la propia mina con la salida al mar más próxima: el puerto de Huelva. Así, la mayor parte de la riqueza obtenida de la minería —se calcula, por ejemplo, que es la mitad de la pirita del mundo— partió rápidamente a través del Atlántico hacia Inglaterra , dejando una región en aparente progreso pero en realidad, degradada por una feroz industrialización. Pese a todo ello, los beneficios de la empresa en la provincia fueron innegables: en poco más de ochenta años generó más de 54 millones de libras de beneficio. El impacto paisajístico de las minas fue significativo, como lo demuestran las tres inmensas minas a cielo abierto que se abrieron en el suelo. Filón Sur en 1874, Filón Norte en 1892, y sobre todo Corta Atalaya , en 1907, entonces la mayor del continente europeo. En 1909, RTC contaba con una plantilla de 16.973 trabajadores en Riotinto, empleando a casi un tercio de la población de la cuenca minera. [17]
El crecimiento de la actividad minera en Riotinto llevó a la compañía a construir desde finales del siglo XIX varias instalaciones industriales dedicadas al procesamiento del mineral, entre las que se encontraban una fábrica de ácido sulfúrico, una planta metalúrgica (Fundición Bessemer) y una planta de clasificación (Lavadoras). Asimismo, se puso en marcha una red de instalaciones auxiliares: almacenes, cargaderos de mineral, talleres, red ferroviaria y ramales, centrales térmicas, presas y embalses, etc. Con el tiempo, Riotinto se convirtió en un centro industrial de gran importancia.
A principios de la década de 1900, la Rio Tinto Company Limited ya se encontraba en una sólida posición financiera y comenzó a invertir en sectores estratégicos. En 1905 fundó una filial, la Sociedad Española de Productos Químicos de Huelva , encargada de la producción de fertilizantes artificiales y superfosfatos . [18] [19] La empresa tenía su sede en Madrid y una planta de producción en Huelva. Hacia 1907, la RTC firmó un acuerdo energético con la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya (SMMP) para suministrar unas 19.000 toneladas anuales de carbón, apoyándose en la red ferroviaria de la MZA . [20] Varios años después, en 1917, la SMMP y la RTC participaron junto a otros actores en la fundación de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas , [20] empresa a la que la compañía Rio Tinto abasteció de importantes cantidades de cobre para su posterior tratamiento metalúrgico. A todo esto se sumó el acuerdo que la RTC firmó con la británica Tharsis Sulphur and Copper Company Limited en 1911 por el que ambas compañías compartían clientes. [21] [22]
Las prácticas llevadas a cabo por la Rio Tinto Company Limited han sido equiparadas a las de un grupo de presión . [23] Desde sus inicios, se valió de algunos diputados en las Cortes para que actuaran como intermediarios. Sin embargo, a partir de 1896, la RTC promovió a los candidatos del Partido Conservador para los distritos de Huelva y Valverde del Camino con la idea de que éstos, una vez elegidos diputados, apoyaran a la compañía en Madrid. [24]
En la provincia de Huelva desarrolló iniciativas similares. Por ejemplo, en 1890 apoyó activamente junto a Tharsis una candidatura «minera» a la Diputación Provincial formada por José María Parejo Bécquer y Vicente Ferrer Ramírez Cruzado. [25] El objetivo conjunto de esta iniciativa era conseguir la derogación del decreto de Albareda , que había prohibido las calcinaciones de minerales a cielo abierto en 1888 por los efectos contaminantes que provocaban. Aprovechando el contexto que se vivía a finales del siglo XIX, la compañía consiguió contar con una red de representantes en la provincia que defendían sus intereses, entre los que se encontraban nombres como José María Parejo Bécquer, José Sánchez Mora o José Valero Hervás. [26]
La RTC tenía representación en Madrid ante la administración y el gobierno. Entre 1873 y 1904, estas funciones fueron desempeñadas por Gabriel Rodríguez y su hijo Antonio, siendo sucedido a partir de 1905 por José Valero Hervás. [24] Durante el periodo de este último, la influencia de la Rio Tinto Company en la capital estaba en su apogeo. Gracias a estos «anclajes madrileños» la compañía pudo asumir una línea de actuación más acorde con sus propios intereses y operar con independencia de otras compañías mineras. [27] Su influencia dentro del gobierno fue considerable, alcanzando una estrecha relación con las altas esferas de la política española. Durante la Restauración , se especuló mucho sobre el papel que Rio Tinto pudo haber tenido tanto en el nombramiento ministerial de Manuel de Burgos y Mazo como en la destitución de Ángel Urzaiz —este último, como ministro de Hacienda, había intentado introducir algunos gravámenes arancelarios a la exportación de pirita de hierro—. [28]
La empresa también tenía su propio periódico en Huelva, La Provincia , que controló durante algún tiempo. [29] [30]
En 1917, la Rio Tinto Company Limited era una de las principales empresas de España en términos de activos netos . [31] Durante este período, la compañía puso en marcha un plan de reformas que incluía la compra de maquinaria para una mayor automatización de las operaciones y la construcción de nuevas plantas industriales para tratar los minerales. Hasta principios del siglo XX, la explotación fue muy rentable, pero en la década de 1920 la situación había dado un vuelco. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la guerra submarina sin restricciones llevada a cabo por Alemania perturbó gravemente la exportación de pirita al importante mercado norteamericano, [32] que hasta entonces era muy dependiente del mineral procedente de España. A esto se sumó que los precios internacionales de la pirita se desplomaron con el final de la guerra, reduciendo los beneficios de RTC. La huelga minera de 1920 provocó despidos masivos [33] y dañó la imagen de la empresa entre el público español. Un problema añadido, incluso durante la dictadura de Primo de Rivera , era el pago de impuestos al fisco.
Como resultado de sus estrechos vínculos con las altas esferas políticas, la RTC se dedicó a un fraude fiscal sistemático contra la Hacienda española durante sus primeras décadas de existencia. [34] En 1928 un antiguo empleado de la empresa que trabajaba en la Casa Colón, Harry Pilkington, denunció ante el Ministerio de Hacienda el fraude continuado que la empresa había cometido entre 1923 y 1925. [35] El presidente del consejo de administración, Auckland Geddes , intentó llegar a un acuerdo reservado con el entonces ministro, José Calvo Sotelo , pero este rechazó esta posibilidad y prefirió llevar el asunto por la vía judicial.
Se desencadenó una dura batalla legal que concluyó con una primera condena a pagar 750.000 libras esterlinas en impuestos en función de los beneficios generados por sus actividades en España en 1928. El litigio se prolongó hasta 1931 y no fue favorable a Rio Tinto. [Nota 1] [36] El asunto Pilkington contribuyó a aumentar la animosidad popular hacia la compañía. [37]
En 1929, la extracción de mineral en Riotinto alcanzó su máximo histórico. La compañía realizó varias inversiones con el fin de modernizar su red de instalaciones, como el ferrocarril o el muelle de Huelva, o construir otras nuevas. [38] Sin embargo, en ese mismo año también comenzó una dura crisis económica que acabaría afectando al negocio. A partir de 1931, la cuenca minera atravesó un periodo de gran conflictividad laboral y social. El estallido de la Guerra Civil , en 1936, provocó nuevas dificultades para la empresa. Desde muy pronto, las fuerzas sublevadas impusieron embargos a la producción de piritas o desviaron las exportaciones a puertos de países del Eje , [39] especialmente a la Alemania nazi. La empresa alemana Hisma-Rowak canalizó los envíos de mineral. La nueva situación no afectó a las exportaciones al Reino Unido, pero sí a Francia, que entre 1936 y 1939 perdió prácticamente todos los envíos de pirita de Riotinto. [40]
Las medidas impuestas por las autoridades franquistas hicieron que las relaciones entre la empresa y la administración se tensaran. A partir de 1940, el régimen adoptó una línea de actuación más intervencionista, iniciando un serio acoso hacia la empresa. El partido de la dictadura llegó a calificar a la empresa de «colonizadora», [41] mientras que el propio Franco calificó las minas de Riotinto de «un Gibraltar económico de España». [42] Desde algunas zonas se empezó a promover abiertamente la idea de nacionalizar los yacimientos. Esto coincidió en el tiempo con el estallido de la Segunda Guerra Mundial , que afectó gravemente a los mercados tradicionales de RTC hasta el punto de que en 1941 su facturación había caído cerca del 53%. [43] Ante la situación imperante, la empresa adoptó una estrategia de minimización de sus actividades en Riotinto, [44] imponiendo además una restricción a los gastos y al reparto de dividendos entre los accionistas.
A partir de la década de 1920, la Rio Tinto Company Limited inició una política de diversificación de sus inversiones y actividades, adquiriendo varias minas en colonias británicas en África. Alrededor de 1928, ya estaba invirtiendo fuertemente en yacimientos ubicados en Rodesia del Norte . [45] España perdió lentamente la posición destacada que una vez tuvo dentro de la compañía desde 1873. La proclamación de la Segunda República Española , en 1931, no fue bien recibida por la dirección de RTC debido a los temores de una expropiación de las minas de Riotinto. [46] A lo largo de la Segunda Guerra Mundial, las dificultades a las que se enfrentó la compañía llevaron a diversas discusiones respecto a la venta de las minas a capitalistas españoles, aunque esta posibilidad no sucedió. Después de 1946, con el alza del precio internacional del cobre, la explotación de los yacimientos de Huelva comenzó a rendir beneficios nuevamente.
A principios de los años 50, en un contexto mucho más estable, se retomó la vieja idea de vender las minas. En junio de 1954 se iniciaron las negociaciones que llevarían a la venta de las propiedades de RTC en Huelva a un grupo de entidades financieras: el Banco Español de Crédito , el Banco Hispano Americano y el Banco de España . La operación fue aprobada por Franco el 14 de agosto y costó 7,66 millones de libras (unos 1000 millones de pesetas de la época). [47] Dos tercios de los activos pasaron a manos de capital privado español, aunque RTC se quedaría con el tercio restante. El 28 de octubre del mismo año se constituyó la Compañía Española de las Minas de Río Tinto (CEMRT), [47] asumiendo la propiedad de los yacimientos e instalaciones.
Para la RTC, el hecho de desprenderse de sus activos españoles no era mal visto, dado que las operaciones de Riotinto ya empezaban a dar síntomas de agotamiento. [48] Además, la compañía británica era la accionista mayoritaria de la compañía, [49] donde controlaba el 33% de su capital. Con el capital obtenido con la venta, la compañía realizó inversiones en Australia, Canadá y Estados Unidos, donde explotaría yacimientos de uranio y petróleo. [48] Esta expansión de su negocio, además de las minas que ya explotaba en África, consolidó la estrategia de diversificación que RTC venía emprendiendo desde hacía varias décadas. En 1962, la Rio Tinto Company Limited acordó fusionarse con Consolidated Zinc , dando lugar a la Rio Tinto-Zinc Corporation . Paralelamente, los activos australianos de las dos compañías se fusionaron para formar otra empresa, Conzinc Riotinto of Australia. [50]
Como los manifestantes, más de 12 mil, se apiñaban con mayor alegría y confianza en las estrechas calles y plazas adyacentes, se ordenó a la caballería retirarse del lugar que ocupaba e inmediatamente después una descarga cerrada, inmensa, con proyectiles que barrían aquella masa humana, hizo retroceder desordenadamente a la multitud, que dejó en el suelo numerosos cadáveres y heridos y corrió por las calles profiriendo gritos de terror y violenta rabia. ¿Quién dio la orden de disparar? Hasta ahora no se sabe. ¿Fue el Gobernador? ¿Fue el Jefe Militar? La soldadesca inconsciente, la máquina estúpida que obedece y mata, el soldado que dirige la boca del fusil al pueblo de donde salió y al que regresará, gozaba con el espectáculo de la pólvora y la sangre. Con el testimonio de cientos de personas que presenciaron el acontecimiento, podemos afirmar que los manifestantes no profirieron un solo grito subversivo, ni profirieron una provocación o un acto que perturbara a la tropa o a las Autoridades. —"Los sucesos de Río Tinto". Diario la Coalición Republicana , 1888.
El 4 de febrero de 1888, poco después de la llegada del nuevo director general, el señor William Rich, una manifestación de mineros y agricultores que protestaban contra los humos de las teleras y las malas condiciones de trabajo fue duramente reprimida por el ejército. Aunque el gobierno central y la compañía silenciaron parte del suceso, se cree que más de doscientas personas murieron ese día. [51] Los hechos fueron conocidos en la provincia de Huelva como " El año de los tiros".
Las teleras (calcinación a cielo abierto de menas de cobre impuestas en España por Gaspar Remisa décadas antes) se utilizaban en la zona desde principios de siglo, pero con la llegada de los ingleses su uso aumentó considerablemente y se calcula que se liberaban al aire unas 500 toneladas anuales. Esto tuvo cierta resonancia nacional, y la población de la provincia se dividió entre humistas ("pro-humo") que defendían su uso como símbolo de progreso y antihumistas ("antihumo") que las condenaban por su elevadísimo efecto contaminante (de hecho, los humos de las teleras inundaban toda la región y eran visibles en ocasiones en las sierras de Sevilla e incluso en Ayamonte y Portugal ). Así, desde 1877 , las primeras denuncias al respecto se hicieron al Gobierno de Cánovas del Castillo . A raíz de ello, se publicó una Resolución el 22 de julio de 1879 que, aun cuando imponía pequeñas indemnizaciones por los daños causados a los cultivos de la zona, no planteaba preocupaciones por la salud de las personas. Es decir, en cierta medida, "legalicó" el uso de las calcinaciones a pesar de varias muertes de trabajadores de la zona causadas por ellas —muertes que los médicos de la Compañía atribuyeron a enfermedades congénitas de los trabajadores y no a causas externas ("falta de vida" según sus propios informes) y, por supuesto, no resultado de las minas.
Mientras tanto, los ayuntamientos intentaron prohibir estos procedimientos. Pero el gobierno, influido por la Compañía y por periódicos conservadores como La Provincia (que había llevado a cabo una casi cruzada a favor de la minería) derogó sistemáticamente todas las leyes municipales contra las teleras .
El grado de descontento con la situación era tal que terratenientes y jornaleros, que veían cómo sus cosechas y sus medios de vida tradicionales se perdían y contaminaban sin remisión, se sumaron a las protestas laborales y «ecológicas» de los mineros. Así, el 31 de enero de 1888 una manifestación encabezada por el sindicalista cubano Maximiliano Tornet llegó al ayuntamiento de la localidad para entregar una serie de reivindicaciones, entre ellas la desaparición de la calcinación al aire libre . No fue hasta el 29 de diciembre del mismo año cuando el Gobierno decretó que se debía reducir ese tipo de calcinación (ya prohibida en Gran Bretaña siete años antes).
A partir del 2 de febrero se inicia una huelga en la Cuenca Minera que provoca que el Gobernador Civil destine a Huelva dos compañías del Regimiento General Pavía , comandadas por el Teniente Coronel Ulpiano Sánchez. Al día siguiente, a pesar de los intentos de mediación de la Guardia Civil , se producen intentos violentos, el Ayuntamiento y el gerente de la Compañía William Rich no aceptan ninguna de las condiciones y probablemente alertan a la capital para que traslade las compañías del ejército a Riotinto. La mañana del 4 de febrero se produce una nueva manifestación con la llegada de gentes de la cercana localidad de Nerva y zonas limítrofes, e incluso una delegación sube al Ayuntamiento para exponer sus reivindicaciones. La Plaza de la Constitución de la localidad está repleta de obreros, mujeres y niños, y se calcula que había más de doce mil personas venidas de toda la comarca. Al salir del edificio las fuerzas de Pavía cargan durante quince minutos con disparos y bayonetas contra los manifestantes resultando en un número de muertos y heridos no conocido oficialmente -oscilando entre 14 y 45 según la prensa y según se trate de medios conservadores o liberales- y hoy se estima mucho más amplio. [52]
Se desconoce dónde fueron enterrados los cuerpos de los fallecidos, pero se presume que fueron enterrados bajo escorias de alguna de las minas de la zona. La tragedia, que causó conmoción nacional e incluso internacional, puede considerarse como una de las primeras manifestaciones ecologistas. A pesar de todo ello, las teleras no fueron prohibidas en España hasta años después, pues aunque ese mismo año se dictó un Real Decreto del Ministro José Luis Albareda [53] que instaba a su desaparición, no fue hasta 1907 cuando este método de calcinación desapareció, siendo sustituido por la construcción de pequeñas fundiciones.
Menos conocidas, pero también prueba de lo menos pobre del sistema de gestión de la empresa, fueron la huelga de 1913 y, sobre todo, la de 1920. Con una duración de seis meses, los trabajadores volvieron a reclamar derechos que tenían sus compañeros de otras comarcas mineras españolas. Durante esta huelga, los hijos de los trabajadores tuvieron que ser acogidos por otras familias obreras de Andalucía porque ya no podían ser alimentados en casa por la falta de salarios y ayudas.
La numerosa población angloparlante asentada en la zona —en su mayoría trabajadores y directivos de la Compañía Rio Tinto— permitió que parte de sus tradiciones culturales, sociales y deportivas se implantaran en la cuenca minera e incluso en el resto del país:
La empresa tenía su sede social en el número 3 de Lombard Street en Londres , con una oficina de representación en el número 8 de la calle de Ventura de la Vega en Madrid . [55] Sus oficinas administrativas estaban situadas en el municipio onubense de Minas de Riotinto. Durante los primeros años de la década de 1930, las oficinas de Riotinto se ubicaban en la Casa de Dirección. Dentro de la organización empresarial, los directivos, técnicos e ingenieros de la RTC eran de origen británico, mientras que el resto de la plantilla estaba compuesta por empleados de origen autóctono.
En España, la estructura de la empresa estaba dividida en "departamentos" que se encargaban de distintas áreas: personal, dirección, filiales, talleres, ferrocarriles, exportaciones de minerales, etc. Durante muchos años las principales instalaciones de RTC estuvieron ubicadas dentro del territorio de la cuenca minera de Riotinto-Nerva y en la ciudad de Huelva, aunque a partir de la década de 1920, la compañía comenzó a poseer minas en Norteamérica y África. Además de los yacimientos mineros, también controlaba plantas industriales, instalaciones auxiliares, almacenes, oficinas, casas y hostales, fincas rústicas, etc. Dentro del territorio español, poseía una red ferroviaria con una longitud total de 360 kilómetros, incluyendo la vía principal, ramales y diversas vías secundarias. [56]
Parte de los fondos documentales de la antigua empresa se encuentran en España, guardados en el Archivo Histórico Minero de la Fundación Río Tinto . [57] Están agrupados en el subgrupo «Minas de Riotinto» y el cuadro de clasificación corresponde a los distintos departamentos de la empresa que elaboraron la documentación: Personal, Contabilidad, Dirección, Laboral, Ferrocarril, Departamento Médico, Topografía, etc. Aparte del material conservado en territorio español, otra parte de los archivos de la histórica empresa se encuentra bajo la custodia de la Rio Tinto plc en Londres. [58]
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