Esta enfermedad es una flavivirosis de origen africano subsahariano que produce encefalitis en equinos y también en humanos, pudiendo afectar también a las aves, quienes actúan como su reservorio natural.
En 1999 se aisló por primera vez en Norteamérica, donde ha producido una gran mortandad tanto en équidos, como en aves, y especialmente en humanos (971 muertes en 2019 en Estados Unidos según el CDC).
El linaje 1 incluye las cepas más patógenas, distribuidas por Europa, África, Oriente Medio, India, América y Australia.
El linaje 2 contiene cepas que circulan en el sur de África y Madagascar, así como en Europa.
Las aves silvestres son el reservorio natural del WNV en los que se desarrollan altas viremias durante un tiempo relativamente largo (2-7 días).
Aunque las aves rapaces presentan la mayor mortalidad en Europa a causa de esta enfermedad, no son buenos reservorios.
Dentro del mosquito se produce transmisión transestadial y transovárica, por lo que su mantenimiento invernal está asegurado.
Se ha podido aislar el virus asimismo en garrapatas,[7] aunque este hecho parece no tener ninguna relevancia epidemiológica.
Otros hospedadores accidentales tales como gatos, perros, ovejas, cabras, ardillas, mofetas y conejos no tienen la importancia epidemiológica de las anteriores.
En general, las galliformes son poco susceptibles a la enfermedad, no muestran signos clínicos, pero sí desarrollan viremia y producen anticuerpos.
En un pequeño porcentaje de personas infectadas por el virus, la enfermedad puede tener consecuencias serias e incluso mortales.
Las infecciones más graves pueden causar: dolor de cabeza, fiebre alta, rigidez en el cuello, estupor, desorientación, coma, temblores, convulsiones, parálisis y en ocasiones la muerte.
En las aves la clínica depende en gran medida de su especie, si es migratoria o residente, y estado fisiológico.
[12] En todas las especies afectadas, el virus puede persistir en el SNC durante mucho tiempo, produciendo o no secuelas neurológicas.
El hallazgo más frecuente son hemorragias multiorgánicas, petequias, emaciación y deshidratación, aunque puede darse también esplenomegalia, hepatomegalia, palidez en bazo, riñones, miocardio e hígado.
A nivel microscópico se ha observado degeneración celular y necrosis, hemorragias e infiltrados linfo-histiocitarios.
Se han observado diferencias en las lesiones en función del linaje al que pertenece el virus.
Los médicos pueden ofrecer terapias de apoyo para las personas que tienen complicaciones más serias, como por ejemplo encefalitis o meningitis.