El narrador pinta este extraño suceso en su mente con más detalles, dándole al hombre un nombre -"llamémoslo Wakefield"- e imaginando cómo le habría ido a Wakefield en su tranquilo armario durante veinte años.
Al igual que Wakefield, puede convertirse, por así decirlo, en el marginado del universo”.
Aunque la revista New England Magazine comenzó a reimprimir esta obra en serie en 1834, la interrumpió después de dos números y a partir de 1835 sólo publicó algunas historias individuales y otros fragmentos sin tener en cuenta el contexto original.
El Story-Teller es una serie de historias cortas integradas en un marco narrativo general.
Mientras tanto, alquiló un piso no muy lejos de Westminster, se compró una peluca, adoptó un nombre falso y una nueva identidad.
Diez años después, entró en su antigua casa disfrazado para mirar a su alrededor, pero no se identificó.
[7] Otra fuente a considerar es el cuento de Washington Irving, Rip Van Winkle (1819), que define el género, cuyo protagonista cae en un sueño mágico y no después de los diecisiete años, sino que, como Wakefield, sólo regresa a casa después de veinte años, donde encuentra, para su gran alivio, que entretanto ha fallecido su no amada esposa, Dame van Winkle.
[8] La ostentosa elección del nombre por parte de Hawthorne (llamémoslo Wakefield, comparable a Call me Ishmael de Melville) sugiere que hay una alusión aquí y, por lo tanto, ha dado lugar a algunas especulaciones.
Michael J. Colacurcio sospecha que se trata de una alusión al escritor unitario Gilbert Wakefield (1756-1801), quien en su Investigación sobre la conveniencia y propiedad del culto público (Enquiry into the Expediency and Propriety of Public Worship) de 1792 condenó toda forma de oración comunitaria y toda asamblea religiosa en general como anticristiana y, por lo tanto, silenciosamente mantuvo la introspección alejada de todos los servicios religiosos y reuniones congregacionales.
Es posible que Wakefield haya sido el modelo directo de ambas historias.
La historia de Poe también se desarrolla en Londres, y su narrador sigue los pasos de un enigmático transeúnte para descubrir su secreto, pero parece que este último (al igual que Asuero, el judío errante) está condenado a caminar.