Entre 1880 y 1890 efectuó numerosos viajes a otros países europeos, donde estrechó lazos con varios artistas.
Organizó exposiciones para varios artistas italianos, como Daniele Ranzoni y Tranquillo Cremona.
Desde 1890 se dedicó ya en exclusiva a la pintura, principalmente el paisaje de su Lombardía natal, con cierto aire romántico y melancólico.
[1] Fue un firme impulsor del divisionismo, una técnica propia de la pintura neoimpresionista basada en una composición por puntos de un color puro yuxtapuesto («dividido»), que se funden en el ojo del espectador a una distancia determinada.
[3] Grubicy escribió que «la luz es vida y, si como muchos con razón afirman, el arte es vida, y la luz es una forma de vida, la técnica divisionista, que tiende a aumentar mucho la expresividad de la tela, puede convertirse en la cuna de nuevos horizontes estéticos para el mañana».