Dado su formato apaisado, la obra era probablemente un espaldar, paneles pintados decorativos insertados en las paredes de la misma forma que las boiserie francesas, que más tarde fue propiedad del mismo Vasari.
En este sentido la despierta y satisfecha Venus, diosa del amor, lo ha vencido y es así pues una alegoría del amor que triunfa sobre la guerra.
En ambas piezas el dios muestra una belleza apolínea, joven e imberbe.
Ella aparece a la izquierda recostada también semidesnuda junto a su hijo Cupido, un niño pequeño que se enreda juguetón con su velo transparente, acompañada de animales que son su tradicional atributo, como el conejo blanco, símbolo de fertilidad, y posándose en la pierna de la diosa una mariposa símbolo de su hermosura y volubilidad; entre las dos figuras tendidas dos palomas que simbolizan la ternura del amor.
Sin embargo, el artista incluye indicios de lo transitorio del plácido momento.