El texto es sumamente ameno, de interés atrapante y grata lectura.
Al realizar la excursión, Mansilla ya había visitado lugares como la India, el mar Rojo, Egipto, Turquía y varios países europeos, lo cual no le impidió valorar la cultura y tipo humano de su país.
No obstante, incurrió en varias equivocaciones, producto del poco conocimiento que se tenía sobre el origen de las poblaciones indígenas.
El tratado además proponía la compra a los indígenas de sus territorios, los cuales sin embargo aún no se les habían reconocido.
Más aún, una ley de 1867 ordenaba su expulsión al otro lado del río Negro.
Mansilla en principio no tuvo escrúpulos con todo esto: su viaje tenía como objetivo ganar tiempo hasta que se diera la batalla definitiva.
Tras ese objetivo condujo sus tratativas, y sus verdaderas intenciones se reconocen en su intervención como diputado en el Congreso Nacional.
Él los presentó como productores de una cultura que podía enseñar lecciones valiosas al hombre blanco.
Ya anciano y viviendo en París, quiso mostrarle a un amigo un objeto que para él tenía un gran valor afectivo: el poncho que le regalara Mariano Rosas, hecho por la mujer principal de este.