A partir de este experimento (1895) Crookes dedujo que dicha fluorescencia se debe a rayos catódicos, que consisten en electrones en movimiento, y, por tanto, también descubrió la presencia de electrones en los átomos.
Al final del cono de vidrio, una banda calentada eléctricamente, llamada cátodo, produce electrones.
El experimento consistía en que el rayo se estrellaba contra la cruz y la rodeaba, para posteriormente generar una sombra al final del tubo.
Con este tubo es posible demostrar que los rayos catódicos se propagan en línea recta.
Gracias a esto, el tubo pudo ser utilizado, finalmente, como el monitor del osciloscopio (un aparato de diagnóstico y visualización usado en electrónica).