Se trata en vivir en un lugar donde lo hacían nuestros antepasados pero con todas las comodidades del siglo XXI.
Por ejemplo, como los antiguos aborígenes canarios lo hacían en el Poblado Aborigen de Acusa.
[1] En las casas-cueva, la tierra sirve como tejado aislante que protege de forma eficaz contra el frío, la lluvia y el viento.
La particularidad de estas viviendas es que mantienen la temperatura constante de 18 °C todo el año, por lo que abrigan al habitante de los fríos del invierno y lo refrescan en los rigurosos calores del verano.
Además, proporcionan un completo descanso gracias a la tranquilidad que proporciona la energía que procede del interior de la tierra, la cual nos permite encontrarnos a nosotros mismos.