Se conoce como tratamiento de segunda línea (TSL) a las terapias aprovechadas cuando el tratamiento aceptado como de primera línea ha fracasado ya sea por la terapia misma o por eventualidades en el paciente que imposibilitan su empleo.
Regularmente, estos fármacos de primera intención son altamente reconocidos por su eficacia y relativamente pocos efectos secundarios.
[2] Sin embargo, los tratamientos de segunda línea son aquellos que se usan cuando las primeras no funcionan adecuadamente, el paciente está imposibilitado físicamente para recibirlas o tiene un historial de alergias al grupo farmacológico al que pertenece el medicamento, por ejemplo.
Es en estos casos que se debe adoptar un nuevo régimen con un 'tratamiento de segunda línea'.
[5] Aunque existen protocolos y guías a seguir en la literatura médica (o por convención) con respecto de cómo iniciar una terapia,[6] no es obligatorio que un médico comience con un tratamiento de primera línea.