Las transacciones persona-ambiente empezaron a ser consideradas para paliar la necesidad de dar una explicación más completa al desarrollo de la personalidad, ya que anteriormente tan sólo se tenían en cuenta variables internas al sujeto.
La adición de las transacciones persona-ambiente aportó, por tanto, una perspectiva holística e interaccionista del desarrollo humano.
Dichas transacciones se dividen en siete tipos: atracción, selección, reacción, evocación, manipulación, atrición o abandono y claridad de la identidad.
La atracción es un tipo de transacción que refleja el proceso mediante el cual las personas se ven atraídas y eligen experiencias cuyas cualidades son consistentes con las de su propia personalidad.
Por ejemplo, si a un individuo no le gusta su trabajo o su compañero puede cambiar cualquiera de los dos hacia lo mejor.