La torre cuenta en su parte superior con un reloj cuya presencia está documentada por diferentes fuentes desde el siglo XIV.
Los subterráneos y los primeros pisos de la torre albergaban una prisión en la cual se podía llegar a morir debido a los grandes sufrimientos infligidos, tal como le ocurrió a Cecco IV Ordelaffi en 1466, envenenado por su hermano Pino III Ordelaffi, mientras que los condenados aún vivos eran descuartizados: las cuatro extremidades se exhibían en las inmediaciones de la entrada de la ciudad, mientras que la cabeza, clavada en una lanza, se exponía en lo alto de la torre, a modo de macabra advertencia, y permanecía allí hasta que terminaba por caerse.
Con el paso del tiempo su función como cárcel cesó, por lo que su mantenimiento se volvió más ocasional.
Para frenar su progresivo deterioro e impedir la caída, el ayuntamiento asignó a un ingeniero, Andrea Zoli, la restauración del edificio.
Tras la restauración, la torre estaba reforzada y medía 16 pies forliveses más, alcanzando así una altura de 65 m y con el reloj situado a mayor altura que anteriormente.