Toná
[2] Su origen se sitúa en los romances castellanos, adaptados por los gitanos bajo-andaluces como propios y denominados corríos.[3][4] Todas las tonás que se conocen hoy en día responden a una misma línea melódica, diferenciándose exclusivamente por las letras.Sin embargo, hoy en día solamente se utilizan la toná grande, la toná chica y la del Cristo, que ha sobrevivido gracias a que Antonio Chacón la aglutinó en un tercio de su saeta y fue recuperada por Perico el del Lunar.[5][6][7] En todo caso, se trata de un palo poco cultivado por los cantaores modernos.De la toná provienen, directamente, la saeta y palos como el martinete, la debla y, en general, los cantes sin acompañamiento (a palo seco), puede que también las primeras seguiriyas y tal vez las livianas, puesto que existió una toná-liviana con hasta cuatro variantes.