Es una de las obras más admirables que construyera la Orden de San Agustín en la Nueva España, durante el esplendor barroco del siglo XVIII.
Por licencia pontificia y cédula real, en 1728 se fundó el convento agustiniano de Querétaro.
Hasta recientemente se habían atribuido la construcción del templo y convento agustinianos, al artista Ignacio Mariano de las Casas y al padre Luis Martínez Lucio.
El Templo se sigue utilizando hasta el día de hoy para la liturgia católica.
Esta fuente y las figuras marinas que se encuentran, son metáforas de la gracia divina que salva al hombre del pecado.