En el siglo XI, el templo fue cubierto literalmente por la estructura del Castillo de los Moncada, más tarde se convirtió en la residencia de los Veguers y finalmente, en la prisión de Vich.
No fue hasta 1882, durante los procedimientos de derribo del viejo castillo, cuando los obreros avistaron con asombro un capitel corintio.
A pesar de las múltiples utilidades que tuvo el lugar, el estado del templo es sobresaliente.
Las columnas son lisas, con los capiteles y el entablamento corintios coronando la cella.
El edificio es una reconstrucción historicista del siglo XIX, idealizada en el modelo de los dos únicos restos que quedaban del original: un capitel corintio y un fuste de columna, así como las paredes de la cella que sobrevivieron formando parte del antiguo palacio de los Montcada.