El 7 de octubre llegó la policía nazi al seminario de Wloclawek y se llevó a formadores y seminaristas.
Primero son llevados a la prisión local en Wloclawek, donde permanecen por tres meses.
En 1940 fueron llevados allí más de ochocientos sacerdotes y religiosos polacos.
Un compañero del campo de deportación lo recuerda de la siguiente manera: «No era como los otros, en esas circunstancias su personalidad maduró y resaltó poco a poco que era un hombre increíblemente generoso, que moría a sí mismo».
En las situaciones más oscuras, él logró recoger un rayo de la misericordia divina para dárselo a los demás».