Al soltarla, la gata fue hacia las mieses y las cosechas mejoraron por milagro.
Desde entonces esa tradición es esperada en el pueblo cada año, el día de San Roque (16 agosto) .
En un transportín, es montada en un carro adornado tirado por un burro, precedida por dos piteros, los niños del pueblo disfrazados y los vecinos.
Un trovador nativo de Carasa aparece en el escenario para repasar, en rimas pícaras, los logros y hazañas transcurridos en el año, y con el efecto benéfico de aplacar bajo el tono del humor los conflictos vecinales.
Al final de la ceremonia se suelta a la gata negra en el suelo.