Los principales componentes técnicos en un solárium son una fuente de radiación ultravioleta, diferentes filtros así como reflectores y una estructura mecánica con una superficie útil.
[1] Los resultados del bronceados varían dependiendo de los soláriums, dado que por un lado los tubos radiadores tienen diferentes potencia y por otro lado la combinación UV-A y UV-B de la radiación ultravioleta.
Mientras que la componente UV-A es causante del bronceado de la superficie, que surge de forma rápida e intensiva (pero por otro lado pierde su efecto más rápido), la componente UV-B es responsable de un bronceado más duradero.
Por ello, la cabina más adecuada depende del tipo de bronceado que se busque.
La palabra latina solarium ya existía en la antigüedad y se forma a partir de sol, solis (sol), vocablo vinculado a una raíz indoeuropea *sāwel- (sol), con un sufijo -arium (lugar para algo en sustantivos, relación con algo en adjetivos).
Esta afirmación se basa en estudios médicos que demuestran una influencia negativa de la radiación ultravioleta en la piel acelerando por lo general su envejecimiento, un mayor riesgo de cáncer de piel y posibles daños en los ojos.
[4] A aquellos que no quieren renunciar al uso de soláriums con fines estéticos, la Agencia para la Protección contra Radiaciones alemana (BfS) les recomienda consultar primero al dermatólogo, reducir el número de visitas al solárium, no sobrepasar las 50 visitas (incluidas las sesiones de sol natural) al año, utilizar siempre unas gafas protectoras y no utilizar materiales cosméticos (incluida crema solar protectora) antes de una sesión en el solárium.