Simeoni acabó en una muy meritoria sexta plaza, saltando 1,85m, y superando en cinco centímetros su marca personal.
Simeoni fue plata con 1,91m, una nueva marca personal, y su mayor éxito hasta la fecha.
Al año siguiente, 1977, Ackermann y Simeoni volvieron a verse las caras en Düsseldorf, durante la Copa del Mundo.
Una semana antes, Ackermann se había convertido en la primera mujer en la historia en superar los dos metros.
En agosto, ya al aire libre, en una reunión internacional celebrada en Brescia entre Italia y Polonia, y tras hacer su mejor marca con 1,98m, puso el listón en 2,01 m para intentar batir el récord mundial de Ackermann.
Por esta época Simeoni empezó a tener problemas con las lesiones, aquejada de una persistente tendinitis.
Sus problemas con la tendinitis eran tan evidentes que en los I Campeonatos Mundiales de Helsinki 1983, no consiguió ni siquiera pasar a la final.
Sin embargo su leyenda decía que siempre daba lo mejor de si en las grandes citas, y durante los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, a los que llegó con 31 años, demostró una capacidad competitiva poco común.
Esa final olímpica fue especial por muchos motivos, pues en ella se vieron las caras dos veteranas que ya habían estado en la final olímpica de Múnich, doce años antes: Sara Simeroni y Ulrike Meyfarth.