El salvaje y virgen tiene una rica variedad de flora, viejos robles, bosques nativos.
Subiendo por la manzana y el agua clara perennes, se obtiene al gigante prehistórico helecho, que crece por lo menos 60 millones de años.
El máximo histórico de Mankarru o Mankarruna, gracias a su posición estratégica, fue un gobierno militar importante para todos los que le siguieron.
Con la llegada del conde Roger Norman, con el fin de cumplir un voto, después de la victoria sobre los árabes, construyeron una iglesia al pie del castillo, dedicada a Santa Lucía, a quien se dedicó mártir (1094).
Desde esa fecha, el arcaico nombre Mankarru desaparece para dar paso a los cristianos de Santa Lucía.
Por Federico II de Aragón, la ciudad fue fortificada con muros y equipado con un castillo renovado.
Alojado Federico II podría dedicarse a la caza, su entretenimiento favorito, las montañas cercanas ricos con el juego.
En 1600, cayó a las funciones de defensa, abandonados y en ruinas, se vende por el propietario del Príncipe Don Francisco Morra Bucci, al Arzobispo Simon Impey, Prelado de la época (1673), que ahora prevé la reestructuración.
Se considera una adopción luciese y con razón, la escuela media local que lleva su nombre.