Extinguida la eficaz Inquisición, la represión ideológica del progresismo era cada vez más difícil de dirigir en España.
Algunos de sus secuaces son conocidos por las citaciones judiciales: Antoni Garreta, Miquel Matas, Josep Bernis, Josep Puig, Ignasi Bonsoms, Ambròs Carles y Joaquim del Rosal.
Su presupuesto, 126.000 reales, era una auténtica fortuna para la época, y entre 1848 y 1850 habían realizado ya unas 600 "detenciones" oficiales, aunque extraoficialmente sobrepasaban el doble; como no cabían tantos presos políticos en las cárceles, muchos de ellos eran deportados a América.
Paseaba con sus amigos, el pintor veneciano Luis Gualtieri, Salvador Dalmases y Lamberto Fontanals, todos los cuales quedaron tendidos en un charco de sangre.
[1] El crimen fue narrado por escrito por el demócrata Ceferino Tresserra y Ermengol Marqués lo llevó a los escenarios con éxito desorbitado, hasta el punto de que tuvo que escribir una segunda parte; es más, Tarrés fue protagonista de más piezas, entre ellas otras dos obras de Antonio Altadill.