Ofrecen una variedad de funciones, como monitorear el hogar de forma remota, comunicarse con personas o despertar a las personas por la mañana.
A partir de finales del siglo XX, los robots de compañía comenzaron a hacerse realidad, principalmente como mascotas robóticas.
El uso de inteligencia artificial permite que estos robots respondan a las emociones humanas.
A través del aprendizaje automático, pueden analizar el habla, el tono y las expresiones faciales para detectar si estás feliz, estresado o un poco deprimido.
Por ejemplo, los robots acompañantes sociales mantienen algunas conversaciones sencillas, mientras que los robots acompañantes de mascotas imitan a las mascotas reales.