Aprovechando los largos días de verano de Alaska, tomaron muestras químicas y geológicas, fotografías y hicieron bastantes mapas.
Así, explorando y documentando el valle, comenzaron a construir el escenario de la erupción.
Durante cinco años, el público estadounidense obtuvo información de los excitantes descubrimientos sobre los volcanes en Alaska.
Y ese misterioso valle volcánico era un candidato ideal para proteger.
En su honor se dio su nombre al monte Griggs.