A través de la promoción de su imagen personal en la prensa, Oro pronto logró eclipsar a la empresa y hacerse un nombre como cineasta.
Tras regresar a Argentina en 1926, realizó una serie de documentales centrados en diferentes provincias del país, los cuales fueron encargados por sus respectivos gobiernos.
Además de proyectarse en el país, estas películas fueron realizadas para ser enviadas a distintas ferias mundiales y exhibidas en el pabellón argentino; La propia Oro fue enviada como delegada del país en algunas ocasiones.
[1] Su papel como cineasta y empresaria fue celebrado desde que el género documental estuvo casi enteramente dominado por los hombres.
Podría decirse que es la cineasta más prolífica del período mudo en Argentina y posiblemente de América Latina.