Las principales razones fueron el fácil acceso a la materia prima, por la propia cabaña ganadera, y por encontrarse en una zona próxima a acañdas de trashumancia, y la abundancia de agua, su buena calidad para el lavado y la fuerza de la corriente, que permitía la instalación de máquinas hidráulicas[1] En un inicio comienza a desarrollarse en pequeños obradores ubicados dentro del casco urbano de la ciudad, desde ese momento hasta la actualidad no ha cesado dicha actividad en el municipio pese al declive que sufre actualmente (2018).
Durante estos siglos los Duques monopolizaban la actividad textil en la ciudad lo que provocaba una dependencia entre los fabricantes y la casa ducal.
En el año 1782, el rey Carlos III concede por Real Cédula autorización a Diego López para teñir paños en su fábrica, anulando el monopolio sobre el tiente que hasta entonces tenía el duque de Béjar.
Se uniría por tanto esta fábrica a las demás Manufactura reales que implantaron los Borbones en diferentes puntos del país, bien propias, bien concendiendo pribilegios como en este caso.
Junto a este claustro, la construcción surge de la ampliación y conversión de un almacén ubicado junto a la casa-obrador del empresario convirtiéndolo en fábrica.