Su pensamiento se basaba fundamentalmente en la idea panteísta de que Dios está esencialmente en toda criatura; esto los llevó a negar la autoridad del clero, de las Escrituras, y del ministerio eclesiástico, animando a escuchar a Jesucristo, dentro de cada persona.
Fueron considerados desde la autoridad, por sus ideas y sus actos, como una amenaza genuina al orden social.
Eran acusados de antinomismo, fanatismo, e inmoralidad sexual.
Algunos de sus líderes fueron John Robin, Laurence Clarkson y Abiezer Coppe.
Se los cita en Venus Prime II de Arthur C. Clarke[1]