Para Foucault la experiencia se forma a través de las prácticas subjetivas, así los sujetos son el correlato de dichas prácticas, y una variación en ellas tendrá un efecto en la formación el propio sujeto.
Por ello las nuevas prácticas, que pueden ser tanto en el discurso como en las conductas, de una sola persona o en forma de movimientos (como el feminista, el homosexual,…), van transformando al individuo, cambiando las reglas por las que se rige y creando una nueva forma de subjetivación.
Cuando Foucault habla de las prácticas de sí pone mucho énfasis en el contexto, ya que dependiendo del momento histórico y el entorno cultural las prácticas que se llevarán a cabo serán muy diferentes.
Por ello Foucault establece dos formas de subjetivación dentro del ámbito moral: Estos dos modelos propuestos tienen una contraposición muy marcada, ya que mientras el primero actúa mediante la sumisión sin dar espacio a la posibilidad de cuestionarse el tipo de prácticas a llevar a cabo, puesto que las verdades que promueve este modelo son obligatorias; el segundo anima al sujeto a realizar la búsqueda de sus propios valores.
De esta manera los códigos que se eligen son aquellos que están vinculados a producir sujetos funcionales a un determinado orden social o político.