Se asentó en Combarbalá y luego en Coquimbo, donde inició su propia empresa de frutos secos, que llevaría su nombre.
A medida que el negocio iba creciendo, pudo adquirir tierras en la IV región del país e interesarse en los rubros vitivinícolas, que posteriormente lo llevarían a comprar 2 destilerías, en Vallenar y Varillar respectivamente.
Todo el pisco comercializado se vendería bajo la marca Capel o Control, y quienes no se acogieran a la ley deberían pagar un exceso de impuestos.
En este proceso, desaparecieron numerosas marcas nacionales de pisco.
Posteriormente la empresa quedaría bajo el cuidado y control de su hijo Lorenzo Bauzá Álvarez.