Fue comprado en 1860 por Samuel Fisher Lafone, cuando era un extenso bosque de algarrobos y lo destinó a la explotación minera.
Los minerales eran acarreados por mulas desde las Minas Capillitas, más de 50km sierra abajo, hasta el nuevo asentamiento.
Y para acceder a los puertos de embarque, ya que todavía la red ferroviaria argentina, estaba desarrollándose, las barras del mineral obtenido, partían semanalmente en caravanas de carros, o sobre mulas, las más livianas, hacia su destino final en Rosario.
[1] De entre ellos, Pedro Ignacio Cabrera expresó lo siguiente: «Don Samuel se entregaba íntegramente a enseñar.
Una capilla grande con gruesos muros de adobe, que sin ser lujosa era imponente, presidía el entorno con un artesonado a la inglesa y un altar mayor, con estatuas iluminadas por un colorido vitral.
La gran fiesta de Pilciao era la del Niño Dios a quién don Samuel había dedicado la capilla.