El término partidocracia o partitocracia es en política, un neologismo —ya registrado por la Real Academia Española—[1] utilizado para describir el fenómeno por el cual los "órganos fundamentales del poder estatal" se convierten en "meros ejecutores de las decisiones adoptadas en la esfera de los partidos".
Es un término que se utiliza para designar el sistema de gobierno en el cual, aunque teóricamente se vive en una democracia representativa, los actores únicos del panorama político son los grandes partidos políticos.
Por ejemplo, en España la Constitución recoge a los partidos políticos como únicos efectores de la acción del Estado.
Además, en este tipo de sistemas de corte oligárquico el poder legislativo (nombrado de forma proporcional a los escaños obtenidos en las Cortes y por el secretario del partido, habitualmente candidato a la presidencia, es decir, a obtener el poder ejecutivo) suele ser el que nombra al poder ejecutivo.
La relación entre democracia y partidos políticos es un buen ejemplo de esta afirmación.
Nuestro punto de partida es, pues, afirmar que la relación entre democracia y partidos políticos es históricamente problemática, ha estado y continúa estando plagada de malentendidos, contradicciones, opciones polares, negaciones, etc.
Primeramente porque, ya sea de hecho o por ley, los partidos van apropiándose el monopolio de esa instrumentalidad y en la práctica se convierten en el único vehículo para acceder a la representación del pueblo en los órganos del Estado.
En los regímenes de partido único, sean estos de corte socialista o simplemente autoritario, la preeminencia que el partido adquiere en la vida política es indiscutible y, como ya lo previó Rosa Luxemburgo en la famosa discusión que sostuvo con Lenin sobre el papel del partido, la predominancia absoluta que los bolcheviques acordaron al papel del partido en la conducción del Estado y la sociedad, llevaría inevitablemente a la muerte de la democracia socialista y a la “brutalización de la vida pública”.
La discusión sobre partidocracia no está asociada a los regímenes de partido único, por más que ellos expresan el problema en forma paradigmática.
En la Partidocracia se dejan en manos del cuerpo electoral ciudadano, la elección, discusión, participación y consenso alrededor de temas y opciones determinadas por las élites o dirigencias de los partidos políticos.
En el gobierno Partidocrático, los acuerdos se toman entre las cúpulas dirigentes de los partidos políticos, existe, ciertamente, participación del colectivo mediante procesos electorales, pero los temas a debatir son impuestos y resueltos desde y por los partidos, ello mediante el consenso político fraguados entre las propias élites partidistas.
A todo lo mencionado, hay que añadir que en algunos países el sistema de voto es de voto por partido y no por candidato, por lo que el elector únicamente puede optar por el partido y sus candidatos ya elegidos en su lista, y no puede optar por elegir determinados candidatos dentro de los propuestos por el partido según la preferencia que tenga por estos, como se haría en un sistema de listas abiertas.
Por ejemplo, en algunos países estos comités cívicos municipales se acaban transformando en simples extensiones de los partidos con otro nombre; en otros casos, como se dio en Mozambique en 1988, los grandes partidos (FRELIMO y FRENAMO), ante el peligro de perder el control sobre la administración del poder mediante este método, acabaron por modificar la Ley Electoral para conferirse el monopolio legal sobre la postulación de candidatos.
Estas agrupaciones, casi invariablemente, suelen seguir una base partidaria, y este efecto es reforzado por el hecho de que los cargos electos hablen en "nombre del partido".
Estos factores llevan a que le control del partido sobre temas legislativos o de gobierno sea muy fuerte.
De este modo los cargos electos (tanto parlamentarios y diputados como los concejales) deben seguir la disciplina de partido, una línea ya marcada por el partido no solo en los asuntos planteados por el partido en su programa electoral durante la consiguiente campaña previa a las elecciones, sino prácticamente en todas las decisiones que se deban tomar en el órgano Legislativo.