Dado que actúa bajo presión no es útil para realizar demasiadas copias.Sin embargo, hay que señalar que su origen no está, ni mucho menos, dilucidado del todo: en torno a 1592, el escritor llerenense Luis Zapata de Chaves y Portocarrero escribía en su miscelánea conocida como Varia historia: «Invención de agora es traer tinta en polvo, que se puede llevar secreta en un lienzo o en un papel sin derramarse, que son un poco pardos, y, echándolos en un plato o en cualquier vaso y encima una poca de agua, se tornan tinta negra y fina.Escríbese, también, con zumo de un limón en papel, que queda, como antes, tan blanco, y, en llegándolo al fuego, se parecen las letras claras.También se trata, en el seno, un papel negro que, sin pluma ni tinta, se escribe con un palillo puesto debajo en papel blanco» (cap.[2] Ralph Wedgwood obtuvo la primera patente para el papel carbón en 1806.