Paola Frassinetti
Paula crece serena en la casa paterna, que se verá alegrada después con el nacimiento de Juan y Rafael.Su madre es el ejemplo más vivo de virtud y la pequeña se abre delicadamente a la gracia divina que obra en ella maravillas.Morirá dejando a Paula, todavía en la edad del juego, al cuidado de la casa.Y Paula se ve obligada a acallar ese deseo, esperando la hora de Dios.En torno a ella se forma un grupo comprometido que vive en comunión de amor.Pronto, a pesar de los obstáculos y sufrimientos, el ideal será realidad.En el signo de la cruz está el comienzo de su obra, aquella cruz que ella amará durante toda su vida y que le hará exclamar: «Quien más se sacrifica, más ama».La Misa la celebra su hermano D. José que las había preparado para ese paso tan importante.Son felices; pocas horas después, pondrían la primera piedra de su Instituto; comenzarían a vivir en comunidad, apoyándose en la única riqueza: Jesucristo.En realidad, no tienen nada, son pobres en la casita de Quinto que han elegido como primera morada.Abren una Escuela para las niñas más pobres y así tienen que trabajar aún de noche, para sobrevivir.También aquí surgen nuevas dificultades: la primera casa tiene dos pequeñas habitaciones situadas sobre un establo en el callejón de los Santos Apóstoles.Paula acepta todo, le espera una gran recompensa: será recibida por el Papa Gregorio XVI que se complace en la labor de sus Doroteas.Paula permanece sola al frente de una comunidad numerosa y con fe intrépida supera aquellos momentos dramáticos.Paula anima a sus hijas: «El Señor os llene de su Espíritu y os convierta en otras tantas llamas ardientes que donde tocan encienden el fuego del amor de Dios», les dice.Vive el abandono completo a la Voluntad de Dios «única perla que debemos buscar» - dice ella - y que constituye su paraíso: «Voluntad de Dios, eres mi paraíso».Y Paula «permanece viva en la Congregación a través del espíritu profundo que la anima: buscar siempre y en todo la mayor gloria de Dios en el mayor servicio a los hombres».