Su historia comienza en 1640, cuando Juan Otálora y Guevara, una figura notable que sirvió como secretario del rey Felipe IV de España, encargó su construcción.
En el interior, los suelos están hechos de piedra y arcilla cocida, añadiendo un encanto rústico pero refinado.
El objetivo era transformarlo en un museo etnográfico que mostrara la herencia agrícola de la región, aunque esta visión cambió con el tiempo.
Hoy, conocido como “Mi Castillo de Arena”, el Palacio Otálora Guevara se ha reinventado como un lugar para eventos como bodas, combinando su gravitas histórica con una utilidad moderna.
La propiedad pasó por una amplia restauración entre los años 1964 y 1975, para destinarlo a Museo de Etnográfico.
Con su integridad estructural en riesgo, este edificio icónico, necesitaba desesperadamente una nueva oportunidad para volver a ser disfrutado por todos o perdido para siempre.
La mayor parte de la obra fue realizada por los propios dueños con pasión y determinación, convirtiéndose en una experiencia que nunca olvidarán.
La fachada posterior, hacia el oeste, tiene un edificio auxiliar adjunto, un portal adintelado y ventanas de diferentes tamaños.