Esto puede desembocar rápidamente en una estandarización del contenido y en la obstaculización de nuevas ideas.
Los videojuegos tienen una flexibilidad aumentada en esta área, demostrada por modelos de micropago como el utilizado en GunBound.
Un claro resultado de estos nuevos modelos es su accesibilidad a artistas pequeños o grupos de artistas que no poseen suficiente dinero, tiempo o experiencia para crear un nuevo producto en un solo movimiento.
Esto también disminuye la huella ecológica del producto, ya que se elimina casi en su totalidad la producción de medios físicos.
Esta es tal que cualquier persona en el mundo con una conexión a Internet puede comprar y obtener una copia digital fácilmente.
Los teóricos de los videojuegos se han acercado al proponer un modelo en el que las versiones de prueba son ofrecidas gratis para luego ser "desbloqueadas" por un precio; efectivamente, el videojuego se publicita a sí mismo.
Sin embargo, esto no soluciona el problema de atraer a los consumidores en primera instancia.
Esta tecnología permite a los distribuidores "proteger" su contenido de la redistribución no autorizada.
Si bien es efectiva para prevenir la piratería casual, muy pocas (si es que alguna) soluciones de este tipo han prevenido todas las copias no autorizadas, ya sea porque son burladas por crackers o porque los medios usados permiten que sean eludidas, por ejemplo regrabando audio hacia otra computadora.