Obrero de línea

A lo largo de los años, el número de personas que realizan este oficio se ha ido reduciendo pero nunca estará desapareciendo, esto debido a que la mano del ser humano siempre será necesaria en cualquier ámbito laboral.

Como en todas la profesiones y oficios se llevan a cabo actividades con las cuales se pueden considerar como ciencias u artes, las ciencias son aquellas que son adquiridas mediante conocimientos medibles y enseñables; las habilidades o artes son conocimientos no medibles ni enseñables.

Paulatinamente, desde la segunda mitad del siglo XIX todas las empresas poblanas experimentaron una modernización en cuanto a maquinaria y procesos, en consecuencia desde 1940 es que también van adoptando poco a poco el concepto de calidad dentro de sus políticas.

Para poder explicar la historia de esta habilidad como un conocimiento no medible ni enseñable debemos comenzar por definir su significado.

Paciencia es la actitud que lleva al ser humano a poder soportar contratiempos y dificultades, algo en verdad indispensable en un oficio como lo es el obrero de línea.

Como ya hemos mencionado en escritos anteriores, este oficio es muy monótono, se hace lo mismo una y otra vez, por lo tanto es necesario contar con gran paciencia para poder realizarlo de manera exitosa.

Por último, para relacionarlo con nuestra obrera de línea, pudimos observar cuando vimos cómo realizaba sus actividades con increíble paciencia y con total tranquilidad, todo esto mientras le hacíamos preguntas, en ningún momento se desesperó ni realizó mal su actividad, por el contrario, se veía más relajada durante la visita, lo cual demuestra esa habilidad que ha terminado de desarrollar a lo largo de los años que lleva desempeñando ese oficio.

Entre 1835 y 1845 se dio una primera ola de industrialización, generada con maquinaria generalmente estadounidense.

Para 1847 se contabilizaban 62 fábricas textiles de algodón, impulsadas por energía hidráulica, con las cuales se abastecía bien la demanda nacional; había mínimos avances en la industria del fierro –no hubo fundidoras sino hasta 1900–, vidrio, cerámica, seda, lana, lino y papel.

La información hemerográfica de la segunda mitad del XIX permiten creer que recibían regularmente sus salarios; sin embargo, sólo parcialmente eran pagados en moneda y eran comunes los descuentos salariales por diversos conceptos: contribuciones “voluntarias” para festejos, servicios religiosos, cobros de adelantos en vales, multas, y renta del cuarto de la fábrica que el obrero ocupaba (muy a menudo con su familia).

La absoluta libertad de los empresarios para imponer sus normas y reglamentos se correspondía con la inexistencia, durante el siglo XIX, de una legislación nacional y local que regulara las relaciones laborales en las fábricas.

Las villas fabriles han desaparecido porque las fábricas actuales, en su mayoría, cuentan con servicios de transporte a diferentes puntos de la ciudad en los diferentes turnos laborales, y lo que es más importante las normas para los trabajadores como La Ley Federal del Trabajo, que muestra condiciones que aseguren la vida y salud de los trabajadores, así como las obligaciones de los patrones, capacitación, cláusulas sobre su contrato para evitar despidos repentinos y sin motivo, seguridad e higiene y sobre todo jornadas laborales aseguran que los obreros tengan muchos más derechos y beneficios.

Obrero de una producción en línea.