Incluso puede parecer humano y suele servirse de nuestro lenguaje, como ocurre en el cuento Nyarlathotep (1920).
En esta historia vaga por la tierra, aparentemente reuniendo legiones de seguidores mediante sus milagros y sus extraños instrumentos mágicos, el narrador del relato entre ellos.
La historia termina cuando el narrador se convierte en un soldado del ejército de Nyarlathotep.
Aunque como personaje Nyarlathotep aparece tan solo en cuatro relatos y un soneto de Lovecraft (más que cualquier otro Primigenio o dios), su nombre es mencionado con frecuencia en muchos otros.
A continuación se da una lista de sus formas, junto con la región en la que suele verse, y notas extras.
Tiene estatuas en su honor diseminadas por todo el desierto de Egipto (algunas casi completamente enterradas en la arena): los beduinos conocen su ubicación aproximada y las evitan a toda costa, pues suelen causar locura y muerte a quien trate de profanarlas.