Con el correr del tiempo, algunos de estos relatos fueron olvidados; otros, a su vez, fueron deformados, confundidos o mezclados entre sí; y unos más, perdieron o les agregaron partes producto de la imaginación popular, donde, en muchos casos, la pasión ha ofuscado hasta los más claros intelectos.
Este “Resumen” fue minuciosamente analizado por monseñor Constantino Maradei Donato, quien comenta que, al principio del mismo, aparece un documento en una hoja suelta sin firma alguna, de la cual se desconoce su procedencia, y que la misma contiene un texto donde se narra el milagro de la Aparición de la Virgen, Nuestra Señora del Socorro o Virgen del Totumo.
Esta versión a su vez, queda confirmada por Alexander Von Humboldt cuando se refiere a que la Virgen del Totumo “…huía de noche y regresaba al tronco del árbol…” Por múltiples factores, estas pequeñas imprecisiones son muy frecuentes encontrarlas cuando se investiga la historia colonial de Venezuela.
Por eso, se vuelve a lo dicho inicialmente, para reafirmar, que con el correr del tiempo, algunos de estos relatos fueron olvidados; otros a su vez fueron deformados, confundidos o mezclados entre sí; y unos más, perdieron o les agregaron partes producto de la imaginación popular, donde, en muchos casos, la pasión ha ofuscado hasta los más claros intelectos.
señores Obispos, que han visitado este tabernáculo, han puesto reparo a la dicha ara, diciendo que no debe de estar sobre ara; pero no tan solamente no la han mandado quitar, sino que, como para visitar el dicho tabernáculo, sacan, los mismos señores Obispos fuera del tabernáculo, al concluir la Visita de los mismos señores Obispos, la han vuelto a poner sobre la misma ara y palia.
Ese mismo día al caer la tarde, tres pescadores que regresaban a sus casas encontraron cerca del rio Neverí, sobre un frondoso totumo, una preciosa imagen.
Los tres pescadores llegaron a la casa parroquial y le entregaron al P. Juan Cano la pequeña imagen que él recibió con júbilo.
Esta vez fue José quien con más respeto la tomo y se la llevo al P. Juan Cano.
Convoco a todos los fieles y en procesión, llevando al Santísimo Sacramento, se dirigieron hacia el totumo.
La iglesia desde ese día se lleno de feligreses; todos querían venerar a la Santísima Virgen.
Trascurría el año 1675, cuando en cierta ocasión navegando un navío español por las costas del mar del Norte, frontera a San Cristóbal de la Nueva Barcelona, desde muy lejos fue divisado por una nave de piratas que procedió a perseguirlos.
Muy pronto se vio acosado por los corsarios que, viento en popa después de agarrar una fuerte corriente, amenazaban con darle rápido alcance para abordarlos y así robarle sus riquezas e irremisiblemente quitarles la vida a sus dueños y a toda la tripulación, cosa que siempre acostumbraban hacer con la mayor brutalidad.
Viéndose los españoles en tan inminente peligro, se encomendaron a María Santísima del Socorro y después de implorarle devotamente su poderosa intercesión , pusieron la proa hacia el río Neverí con el ánimo de varar en sus aguas y salvar por lo menos sus vidas, que sin duda, las hubieran rendido a manos de aquellos criminales.
En muy corto tiempo el navío español estaba a salvo, muy adentro del río Neverí.
Retirados los piratas, volvieron los españoles a encomendarse a la Soberana Reina, Nuestra Señora del Socorro, y dando velas al viento, salieron en alas de su confianza por la misma boca del río en que habían entrado y prosiguieron su viaje libre de todo riesgo.
En esta nueva ocasión, todos experimentaron el milagro que, por los ruegos de la Santísima Madre y Señora del Socorro, obró la invencible mano del Altísimo con aquellos afligidos que estuvieron a punto de perder sus vidas.
Al conocerse la noticia, un pequeño grupo de barceloneses salió para resistir y detener los pasos del enemigo.
Por las calles, solo se oía un continuo llanto y lamento que conmovía a la compasión del corazón más duro.
En agradecimiento, durante quince días y al punto de media noche, sacaron a “La Virgen del Totumo” en procesión.
Bendita sea esta gran Señora que, con tanta piedad, favorece a los mortales con el tesoro de la misericordia!.
Sin embargo, no sucedió así en el año 1752, tiempo en que, como nunca, se vio a “San Cristóbal de la Nueva Barcelona”, tan deformada en sus costumbres y contenida en los vicios.
A petición del ilustrísimo Señor Obispo Don Francisco Julián Antolino, por cuya solicitud el Padre Caulin predico en su presencia una misión en que, purificados todos, apenas hubo quien no diese muestra de una cristiana y total reforma.
En medio de tanta penitencia, los amenazó El Señor con tal sequía, que la tierra no daba esperanzas de frutos: los que sembraron, perdieron sus siembras, y otros, no llegaron a esconder el grano en la tierra.
El poeta anzoatiguense Pedro Pares Espino, abogado y profesor de literatura, en su obra titulada "Poemas Coloniales", narra en versos, bajo el título "Virgen del Totumito", la bella historia de dicha imagen:
Tan solo cuando rogativas ella ofreciole con unción, la dulce Virgen peregrina en su recinto se quedó.
Hoy, que en la prócer Barcelona la noble pátina aún se ve, aunque sus graves caserones mancilla tanto mercader; ante tu manto milagroso, por obra del fecundo ensueño, el totumito de la gracia entona ahora en mi canción, el totumito que un mal día
Y citan como testigo que aseveraba aquel hecho a Fernando del Bastardo, que debía de saberlo, apenas desembarco el citado caballero, de su provisto equipaje la santa efigie echo menos.
A buscarla presurosos Todos al punto salieron Y en el totumo la hallaron Con gran júbilo del dueño.
Encaminaronse entonces De Cumanagoto al sitio, Recordando lo que enantes Acontecido allí había; Y en aquel mismo totumo En que ya había aparecido volvieron de nueva a verla gozosos y sorprendidos.
A la mañana inmediata, Apenas el sol salido, A la iglesia encaminaronse Gran número de vecinos Y no sin espanto vieron Reproducido el prodigio De no encontrarse la efigie Y haber desaparecido.