Era alcaide del castillo alicantino de Santa Bárbara cuando en el año 1296 el rey Jaime II de Aragón atacó la ciudad con un gran ejército.
[1] Opuso, junto con el resto de defensores, una enconada resistencia, pereciendo con las llaves del castillo en una mano y la espada en la otra.
[1][2] Tras su muerte, Jaime II dio orden de que su cadáver fuera arrojado a las bestias como castigo,[1] confiando la defensa y custodia del castillo al noble catalán Ramón de Urtx.
[2] Así, tras sangrienta lucha, Alicante y su castillo pasaron de la soberanía castellana a la aragonesa.
En una de ellas se le ha añadido una lápida de piedra bateig, con una inscripción en letra gótica pintada a la sanguina.