La muralla romana se construyó a fines del siglo III a. C., aunque los especialistas aún no se han puesto de acuerdo de si fue durante la segunda guerra púnica o posteriormente.
Se sabe que sufrió una ampliación a lo largo del siglo II a. C., seguramente durante la formación de la ciudad romana de Tarraco.
Tenía una longitud hacia el siglo III a. C. de unos 4 km.
Sin embargo, en la actualidad sólo se conserva alrededor de 1 km y una puerta adovelada original.
Después de la invasión islámica, Tarraco sufrió un despoblamiento paulatino y no fue hasta la ocupación de Ramón Berenguer IV, en el siglo XII que la muralla fuese reutilizada y reparada.