Cuando las propuestas llegaron a los indígenas, estos decidieron que Francisco Ramos Mejía actuara como su representante en las negociaciones.
Con ese objeto Ramos Mejía presentó al gobernador Martín Rodríguez unas "Pautas de convivencia pacífica entre blancos e indios" que serían reconocidas en el posterior Tratado.
Fue firmado por Martín Rodríguez con los caciques Ancafilú, Tacumán y Tricnín, quienes había sido autorizados en las tolderías del Arroyo Chapaleufú a representar también a los caciques Carrunaquel, Aunquepán, Saun, Trintri Loncó, Albumé, Lincón, Huletru, Chañas, Calfuyllán, Tretruc, Pichilongo, Cachul y Limay, y por los caciques firmó Francisco Ramos Mejía.
[1] Pero tras el tratado que debía ratificar la paz existente la situación se deterioró rápidamente en todos los aspectos.
Francisco Ramos Mejía ya había sido denunciado como hereje y su afinidad con los indios era considerada sospechosa.