Fue también profesor asociado consulto en la Universidad de Buenos Aires.
En 1962 y 1963, se desempeñó como procurador del Tesoro de la Nación.
En el acto de incorporación pública, hizo notar la influencia que debe reconocérsele a la voluntad del administrado, el individuo particular, en la formación de los actos administrativos.
Recibió numerosas distinciones, entre ellas, por su investigación científica el Premio Bunge y Born en 1968.
Pensaba que el jurista debe trabajar en su gabinete con la mente puesta en la calle y que no es posible elaborar fórmulas de derecho con prescindencia del mundo real.